El chulo que castiga

Como en el chotis que tan magníficamente cantaba Nati Mistral, Puigdemont es como el Pichi. El chulo que castiga, o como dice mi admirado Carlos Herrera, el chulo que nos chulea. Chulea a los catalanes, chulea al resto de los españoles, a sus conmilitones independentistas, a la oposición, a las instituciones, a los otros políticos, a los demás partidos. Chulea a todo el que se le pone delante. Engaña para seguir viviendo del cuento y de la rutina del victimismo, del diálogo no atendido, de la paz no querida o de la convivencia frustrada, pero siempre por los otros. Santo varón, que diría Tip.

Por eso extraña la capacidad de convocatoria de Puigdemont, para sus intervenciones en las que –retrasos aplazamientos y cancelaciones aparte- nunca dice nada definitivo, embrolla lo simple y ensucia lo que es claro.

No convoca elecciones con arreglo a la legislación, la única legislación vigente, porque no tiene garantías. Pero hay que decirle que algunas hay, como mínimo las mismas que en las anteriores permitieron que él, sin ir en las listas como candidato ni como número uno, sea presidente de la Generalidad.

Al parecer no se atreve a proclamar la independencia y le echa el ‘muerto’ al Parlamento de Cataluña, amparado en la risible farsa del 1 de octubre.

Y, por supuesto, ni alude ni aludirá a la invitación reiterada del Senado y del Congreso para que acuda a dialogar con sus ideas.

Comienza Puigdemont su última comparecencia ante los medios agradeciendo su presencia en ‘esta convocatoria urgente’. Eran las cinco de la tarde cuando comenzó una intervención anunciada –se supone que con urgencia- para la una y media; intervención aplazada -se supone que con urgencia- hasta las dos y media de la tarde; intervención pospuesta –se supone que con urgencia- para las tres y media y por fin llevada a cabo, con toda urgencia, a las cinco.

Y tras los gimoteos de rigor, anuncia entre sollozos que ha hecho todo lo posible por convocar elecciones, que quiere convocar elecciones, pero que le es imposible porque el Gobierno no le da garantías. ¿Garantías de qué? ¿de que el resultado se conocerá de antemano? ¿de que se va a poder votar varias veces? ¿de que las urnas llegarán a los colegios repletas de votos?

Nos chulea. ‘Chuleamientos’ constantes pero previsibles. Por eso extraña la actitud timorata de algunos y la tendencia a creer a Puigdemont.

Es un jugador de ventaja que intenta descolocar a los demás. ¿Es que nadie piensa que hacer coincidir el horario de su intervención con la sesión de la comisión del Senado, es pura coincidencia?

 


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