De la ciudad alegre y confiada a la ciudad triste y temerosa

Tanto temor, tantas precauciones y tanta prohibición, están sirviendo a los políticos para controlar a los votantes, a algunos medios para inflar audiencias y a bastantes para hacer negocio.

Tiene dicho mi portero que cuando la gente lo primero que lee del prospecto de una medicina son los efectos secundarios, es que hay miedo a casi todo.

Y es que, coronavirus aparte, esta es una sociedad atemorizada y que se asusta por el simple hecho de vivir. Y que nadie busque las causas inmediatas en la pandemia que nos aflige, porque el miedo y el temor estaban instalados en la convivencia mucho antes del Covid. El virus puede haber sido la gota que haya colmado el vaso del miedo del que muchos se están aprovechando sin miramientos,  pero los miedos vienen de lejos.

Nuestros niños –todos con caries por las “chuches”- no pueden jugar en los parques por si hay aristas en los “cacharritos” y se hieren. No se puede fumar, no se puede beber, esquiar es poco ecológico, la velocidad de los coches contamina, hay que instalar alarmas en las casas y los mayores tienen que llevar un botón de aviso por lo que pueda ocurrir.

Comer carne es malo para la salud y la pasta de dientes tiene que estar homologada para que no produzca cáncer; es fundamental la medicina preventiva “por si acaso” y hay que vigilar los tejidos –aunque tengan etiqueta europea- que rozan nuestra piel por si producen efectos no deseados; el sol es malo y el frío también; el azúcar produce enfermedades sin cuento y el pulpo a la gallega hay que tomarlo, no porque sea sabroso y esté bien condimentado, sino porque contiene Omega 3.

Vídeo del día

Al menos 16 muertos en el incendio de
un centro comercial en China

 

Hay que comer fruta pero teniendo muy en cuenta que de postre engorda; y  es necesario llevar un reloj que mida los pasos que damos para controlar nuestro ejercicio físico.

Ha bastado vivir la desgracia del suicidio de alguien conocido para que se ponga en marcha toda una batería de informaciones sobre la salud mental de las gentes; y ahora que, pese a las riadas, hay sequía  se debe  circular a paso de tortuga; los ríos se desbordan y las alertas cambian de color continuamente, pero la falta de riego hace peligrar las cosechas.

De la ciudad alegre y confiada, que decía Benavente, hemos pasado, desde mucho antes del Covid, a una sociedad alicaida, temerosa y  aherrojada por las continuas prohibiciones.

Y se malicia mi portero -y con él muchos otros- que tanto miedo, tanto temor, tantas precauciones y tanta prohibición, están sirviendo a los políticos para controlar a los votantes, a algunos medios para inflar audiencias y a bastantes para hacer negocio.

El estoconazo: Expresa el sindicato mayoritaria de la policía: su “más profunda indignación para pedir al ministro del Interior Grande- Marlaska que, de una vez por todas, defienda a los agentes frente a los ataques políticos continuos desde sectores del Gobierno y del Parlamento”