Una economía rara

Cuando Mariano Rajoy y el ministro de turno nos cuentan las excelencias del momento económico, nos hablan del crecimiento, del déficit, del empleo y vaya usted a saber de qué más, siempre emplean la coletilla del ‘no obstante queda mucho por hacer’ (uno se malicia que eso de que queda mucho por hacer no deja de ser un señuelo como si dijeran ‘tenemos que seguir aquí para terminar la faena´ Y puede que sea verdad.

Seguramente desde las miras del poder y de las grandes teorías económicas, la marcha de nuestros asuntos en la materia debe de ser boyante, lo que ocurre es que al hombre de la calle, normalito él, le cuesta digerir esos éxitos.

Porque ocurre que mientras se cacarean a los cuatro vientos las bondades del empleo, el crecimiento de los tantos por ciento, la envidia que nos tienen en Europa por lo que crecemos, lo que nos alaban en Bruselas y hasta lo que nos quieren como socios económicos, los contratos por días y hasta por horas siguen ahí, las pensiones pierden poder adquisitivo, los parados de larga duración siguen en la desesperación, las familias, muchas familias, lo siguen pasando mal…

El hombre de la calle -que procura aislarse de las demagogias de unos y de otros- de lo que no puede aislarse es de su propia realidad. Y su realidad ni crece, ni es envidiable, ni admite componendas.

Al hombre de la calle le ocurre lo que al viajante que negaba las excelencias que pregonaba un político en sus discursos porque él, por su trabajo comprobaba lo contrario un día sí y otro también. La respuesta del político fue tajante: viaje usted menos y lea más los periódicos. Pues eso.

 
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