El escándalo

No todos los escándalos son farisaicos pero casi todos los fariseos se escandalizan. Y no sólo se escandalizan sino que lo hacen con grandes muestras de ortodoxia de la que ellos son los únicos depositarios.

Jesús Álvarez ha tenido un lapsus y, a preguntas de Ana Blanco sobre la jornada de liga y más concretamente sobre la derrota del Atlético de Madrid frente al F.C. Barcelona y del empate del Real Madrid frente al Español, afirmó que, efectivamente, los equipos españoles no habían tenido una buena jornada.

Una equivocación, un fallo como hay muchos en los medios audiovisuales y a los que nadie da más importancia que la posible rechifla entre los compañeros de redacción. Hasta se editan ‘gazapos’ que circulan entre la profesión y acompañan libros sobre la radio o la televisión.

¿Qué ha pasado entonces para que tanto el interesado como Televisión Española se hayan visto obligados a publicar sendas notas explicando lo sucedido? Pues sencillamente que los fariseos se han rasgado las vestiduras y, aprovechando que un pretendido Pisuerga pasa por los alrededores de nacionalismos, separatismos y demás ismos absurdos, querían llegar a la conclusión de que un profesional del periodismo como Álvarez dejaba entrever que mientras el Atlético y el Madrid son españoles, los dos equipos de la Ciudad Condal no lo son.

A partir de ahí, que un profesional que tiene más que acreditada su trayectoria en TVE y que la misma TVE tengan que salir al paso con aclaraciones, no deja de ser cuando menos triste.

Por supuesto que si los equipos rivales no hubieran sido catalanes el lapsus del locutor no hubiera tenido la menos importancia y, por supuesto también que si la crispación que provocan los nacionalismos o separatismos más o menos solapados no existiera, el escándalo de los fariseos de siempre no se hubiera producido.

Otra característica de los fariseos es que se escandalizan de lo que quieren y cuando quieren. Por ejemplo las meteduras de pata a micrófono abierto tienen la repercusión que conviene en cada momento y en la medida de los intereses de los que hacen de altavoz. Hay auténticas patochadas, hay groserías, hay ofensas a la inteligencia de los ciudadanos o hay insultos más o menos convencionales. Hasta hay antologías que aparecen con cierta periodicidad en cuanto hay algo nuevo que llevarse al micrófono. Habitualmente el tiempo lo borra todo y queda en pura anécdota.

Es lo que ha ocurrido con el ‘manda huevos’, con las ‘dos tardes de economía’, con el ‘dramatizar un poco’ en plena campaña electoral o con lo ‘gilipollas que es Sarkozy’. La última, la del ‘coñazo del desfile’ ha merecido incluso las disculpas de la ministra de Defensa.

Pero ¡con los nacionalismos hemos topado! Y ahí, ni una broma, ni un lapsus, ni la menor insinuación.

 
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