Entre espadas y paredes

No se sabe muy bien para qué se reunieron Artur Mas y Pedro Sánchez y, si no se sabe para qué se reunieron, mucho menos se sabe qué pudieron decirse. Lo que nos ha llegado, por declaraciones posteriores al encuentro y nada, es lo mismo.

Cuanto más tiempo pasa y más se acerca el 9 de noviembre, más paredes le quedan a la espalda a Artur Mas, y más espadas le apuntan al pecho. A su empecinamiento y a su manía de no atender a razones se unen los casos de la familia Pujol y los nombres de gentes de Convergencia i Unió que cada día saltan a los titulares en un goteo incesante que se está haciendo insoportable para el presidente de la Generalidad.

Los tiempos en que ‘colaba’ aquello de confundir Cataluña con Convergencia, o los intereses y opiniones de los separatistas con los de todos los catalanes, ya pasaron. Hacen falta nuevos argumentos que no llegan.

Pedro Sánchez se agarra al federalismo y ofrece, sin fundamento, vías que no están en su mano, porque la vía de las concesiones se agotó hace mucho y cualquier nueva bifurcación, por ejemplo, en materias fiscales o de financiación autonómica, pondría de manos al resto de las comunidades que se sentirían agraviadas. Por más que muchas ya tienen esa sensación.

Si a eso le añadimos la realidad de que no todos los catalanes están por la labor, que los empresarios se muestran cada vez más inquietos y que Esquerra, a la chita callando, afila las garras electorales, está claro que Artur Más siente el frio de muchas paredes a sus espaldas y que ya tiene medio desgarrada la pechera de la camisa a base de estocadas de florete.

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Metáforas aparte, lo cierto es que a Mas no le quedan demasiadas salidas. Se habla de su apetencia por ser el protomártir de la independencia. No le vendría mal, pero lo cierto es que, en pocas semanas, puede que no le quede ni eso.

Con la corrupción a un lado, con Esquerra a otro y con su propio desprestigio al frente, en la plaza de San Jaime, todo son nubarrones.