¿De qué se extrañan?

No deja de ser curiosa la extrañeza que en muchos ámbitos ciudadanos, e incluso en la esfera política, causan ciertas actitudes y algunos comportamientos de quienes están cada día en los medios de comunicación.

No se entiende muy bien por qué causa extrañeza que ediles que responden a ideologías perfectamente definidas, se nieguen a votar condenas para actitudes totalitarias o regímenes dictatoriales.

Tampoco se justifica la extrañeza ante manifestaciones callejeras protagonizadas por quienes, desde siempre, han hecho de la barricada su hábitat natural.

Es absurdo extrañarse de que un político mienta descaradamente y responda con la falsedad a las preguntas de un juez, que se interesa por negocios más bien sucios.

A nadie debería de extrañar que las campañas propagandistas que se basan en el despilfarro, se nutran de fondos poco transparentes.

Lejos de extrañar, parece normal que quienes han legalizado leyes contra la vida del no nacido, se apresuren a legislar sobre la vida del mayor o del que, por su situación física, es un estorbo para el hedonismo rampante.

Es raro que extrañen comportamientos groseros, lenguajes zafios, frases y palabras malsonantes que degradan a sus autores y que hagan chirriar las sensibilidades de compañeros de cama política y hasta de quienes, con sus sufragios, les auparon a los escaños.

Escandalizarse por los comportamientos perfectamente previsibles de quienes han accedido a la política amparados en la mentira, la bajeza, el rencor, el insulto, los malos modos o la amenaza, o es bobo o es hipócrita.

Nada de esto debería de escandalizar ni de producir extrañeza.

 

Es lo que tienen algunas modas, se empieza por la memez del ‘sincorbatismo’ (es un decir) y la comparecencia en mangas de camisa, como signo inequívoco de modernidad y se acaba perdiendo las más elementales formas de convivencia entre humanos.

¿De qué se extrañan algunos?

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