La herencia cínica de Sánchez

En el segundo tiempo que ha preparado Sánchez no es que vaya a ser difícil revertir la situación, es que hay decisiones que será imposible cambiar: ¿la amnistía? ¿las prebendas a algunas comunidades? ¿los indultos? ¿los beneficios a los delincuentes? ¿los cambios de tipificación en el Código Penal? ¿la política fiscal?...

La política española es alicorta y los políticos españoles ven poco más allá de sus narices en las que llevan escrito eso de “para que no gobiernen los otros”.

Unos han llegado al poder de forma “rarita” y su único objetivo es mantenerse. Los otros parecen no tener más meta que echar de la Moncloa al que está en La Moncloa. Todo muy escasito y todos muy cortitos.

El único que parece tener un poquito más de visión de futuro es Sánchez. El problema es que ese futuro es solamente “su futuro” y esa poquedad hace que también él sea escasito en todo, menos en cinismo. (Para los asesores según la RAE cinismo es desvergüenza en el mentir, descaro, inverecundia, desfachatez, impudor, frescura…)

Porque hay que ser muy cínico, para hablar de vivienda, para pontificar sobre coches de lujo y transporte público o para pronunciar la frase referida a negocios familiares con empresas, teniendo la mujer que se tiene o siendo hermano de quien se es hermano.

Claro que el discurso queda perfectamente claro para todos los ciudadanos cuando Sánchez enfatiza y (tras atusarse los botones de la chaqueta -el sastre sigue sin rectificar- con el tic que ahora le aqueja y con el que pretende disimular los nervios) pronuncia altisonante y dice aquello de : “les aseguro, les garantizo, les prometo”. Una risa.

Pero el problema que tiene España con Sánchez es, además del día a día,  la herencia que va a dejar.

Y no solamente porque sea una herencia lamentable, deleznable, despreciable y absolutamente intolerable, sino porque -tal y como lo diseña Sánchez- todo lo que está perpetrando y cometiendo va a ser casi imposible de revertir. (Según la RAE revertir es volver algo al estado que tenía antes).

En el segundo tiempo que ha preparado Sánchez no es que vaya a ser difícil revertir la situación, es que hay decisiones que será imposible cambiar: ¿la amnistía? ¿las prebendas  a algunas comunidades? ¿los indultos? ¿los beneficios a los delincuentes? ¿los cambios de tipificación en el Código Penal? ¿la política fiscal?...

 

Y los nombramientos….

La gran mayoría de esos, más o menos, cincuenta nombramientos que ha hecho Sánchez, a base de adláteres, mayordomos, ministros e incondicionales edecanes, tienen fecha de caducidad, más allá de los tiempos que Sánchez pueda estar en el poder y son, salvo causas gravísimas, irrevocables.

Sánchez, si sigue, se ha asegurado las inclinaciones de cerviz y las zalemas de organismos e instituciones fundamentales en cualquier democracia. Si no sigue, con independencia del embrollo que deje a sus sucesores, tendrá asegurada la impunidad y la reverencia de esos mismos organismos, fundamentales para la democracia, hasta que los que él ha nombrado (nombramientos difíciles de revocar, por quienes más tarde o más temprano le sucedan) cesen, por la caducidad de sus mandatos, en  las poltronas para las que él les designó. 

En lo público y en lo privado, Sánchez se ha rodeado, tanto en La Moncloa como fuera de ella -si fuera el caso- de un cinturón de seguridad en los ámbitos económicos, judiciales, mediáticos y hasta sociales.

En el plano político, con un despotismo fuera de cualquier medida y cediendo lo indecible para conseguir  votos, ha implantado en la sociedad a golpe de decreto o con el rodillo parlamentario, fórmulas y maneras que él califica como progresistas, pero que en su mayoría son eso que siempre se denominó disolventes por cuanto acaban con principios y seguridades que se suponían inamovibles y que en el futuro darán resultados inquietantes para la sociedad española y algunos de los cuales ya se están haciendo notar, singularmente en los entornos familiares, en el mundo de la enseñanza o en el contexto empresarial y de la propiedad privada. 

En cuanto a sus intereses privados -salvo situaciones imprevistas que siempre pueden darse- se ha asegurado impunidad para él y sus más allegados, si en algún momento la necesitara a causa de sus andanzas o de las acciones de su entorno.

No se puede aseverar que lo que busque Sánchez con ese blindaje sea solamente una eventual impunidad judicial si es que la precisara, pero es evidente que la tiene.

Pero sí se puede afirmar que Sánchez, en La Moncloa y fuera de La Moncloa, ha conseguido, con sus coaliciones y alianzas, legislar a su antojo y al de sus socios, en materias muy sensibles para cualquier democracia. 

Ya se lo dijo Don Luís Mejía a Don Juan tenorio: “Imposible la hais dejado, para vos y para mí”.

Y para muestra debería bastar con el botón de la perversa herencia de Zapatero.

La carcajada: Dice Illa en un rapto de sinceridad. “A Cataluña le va muy bien que haya un Gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez”-

¡Y tanto! Que dirían en La Roca del Vallés. 

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