La perversión del lenguaje
![Gabriel Rufián (ERC) en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.](/asset/thumbnail,1280,720,center,center/media/elconfidencialdigital/images/2018/11/22/2018112216211728446.jpg)
Antes nos hacían comulgar con ruedas de molino. Ahora, como todo evoluciona, nos hacen comulgar con diccionarios de uso obligatorio que están pervirtiendo el lenguaje.
El empleo de palabras, giros y expresiones que usan nuestros políticos y que se convierten en eso que se ha llamado políticamente correcto, se está haciendo -como también hay que decir ahora- viral. Todos emplean ese idioma y ya ha tomado carta de naturaleza.
Antes nos hacían comulgar con ruedas de molino y ahora, lo tenemos que hacer con diccionarios de uso obligatorio que pervierten nuestras formas de entendernos.
Esa perversión se divide en dos vertientes: la parte de cursilada bilingüe y pedante y el lado de la colonización ideológica que tiene mucha más trascendencia. Ambos aspectos cuentan con las tragaderas de los más y el tonto afán modernistas de una gran mayoría.
Así, se emplea la palabra fascismo o extrema derecha como un insulto, pero -con la historia en la mano- a nadie se le apostrofa llamándole rojo o comunista o diciéndole que es de extrema izquierda.
Se hará oposición sosegada y sin crispación y se tragará con lo que diga el que está en el poder, porque perder su confianza será lo mismo que echar a alguien a la calle.
La imposibilidad manifiesta de aprobar los presupuestos se denomina “acortar la vocación” del impotente para sacar adelante las cuentas, que lo hará por decreto-ley, para poder socializar y para igualar a todos, pero a la baja.
A los analfabetos se les llamará la generación digital y escaquearse -todo lo posible- de pagar impuestos, será una sociedad instrumental.
A la persecución del coche privado en nuestras ciudades y a la más absoluta prohibición de usarlo, se le denomina movilidad urbana.
La compra de un chalet, más bien lujoso, pese a las protestas de socialización, se dirá que es un “proyecto de vida en común”.
A la más que obligada y normal honradez en la gestión de los dineros públicos, se le colocará en el diccionario como regeneración democrática.
Y votar cada cuatro años a quienes harán continuos cortes de mangas a los votantes que, además, sufragan los sueldos de los votados, se califica de democracia moderna.
Y luego están los cursis, bilingües y pedantes que a los semáforos llaman señalética luminosa; a las rebajas y ofertas comerciales “blafraidei” o a destripar el final de una película “espoiler”.
Si queremos valorar o ensalzar algo, tendremos que “ponerlo en valor” y si de hablar en el parlamento se trata, lo habremos hecho “en sede parlamentaria”.
Y es que el español, es un idioma muy rico.
Si será rico que a los rufianes, en el Parlamento, se les llama señorías.