El orgullo de Carmena

La alcaldesa de ‘todos los madrileños’ –de unos más que de otros- ha declarado sentirse orgullosa de su gestión en el tiempo que lleva en la Alcaldía. Normal.

También es normal que Esperanza Aguirre y hasta Begoña Villacís, Partido Popular y Ciudadanos, respectivamente, piensen todo lo contrario que Carmena y califiquen su andadura municipal de desastre para los madrileños, de sectaria y de totalitaria.

Lo que ya no es tan normal es que Concepción Causapié, la portavoz del Partido Socialista que sostiene a Carmena en el Ayuntamiento de Madrid, afirme sin mover un músculo que ‘todo lo que se dijo que se iba a hacer, está pendiente de hacer’. Son muchos ‘haceres’ sin hacer como para que los socialistas se replantearan su apoyo, pero parece que la ‘tesis Carmona’ no goza de buena salud en Ferraz. Una tesis que le costó el sitio a Carmona precisamente en beneficio de Causapié, que ahora critica pero poquito.

Y vuelve a sus alcaldadas, Manuela Carmena. Alcaldadas que unos llaman ocurrencias y otros calificamos como maldades. La última maldad son los que ha llamado comités vecinales que implantará, de momento, en el barrio de Lavapiés.

‘Son estructuras de mediación –como si dijéramos- que son marco de políticas comunitarias de cohesión’. Buena definición de la alcaldesa que, como no dice nada, nos permite oler a chamusquina dictatorial, por mucho que la dictadura se vote.

Se trata de una especie de soviets de vecinos con un jefe al frente que dirimirán conflictos entre los vecinos. Se supone que esos vecinos tomarán decisiones que afecten a los ciudadanos y a la vida del barrio y nos maliciamos cómo y quiénes formarán esas comités que, naturalmente, votarán en asambleas a mano alzada, previa ‘peinada’ a las redes sociales y con una disciplina de voto digna de épocas pasadas.

Esas épocas que son objeto de la atención de Carmena en lo que a distinciones, medallas y títulos se refiere. 

 
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