Los pactos de La Moncloa

Las apariencias son mejores que las de otras veces. Parece que esta vez sí ha habido algún entendimiento entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy y es de suponer que -aunque los resultados no hayan sido espectaculares- se van a cumplir las promesas.

Y es que los antecedentes no son demasiado esperanzadores. Son varias las reuniones de las que –a las pocas semanas- Rajoy ha salido escaldado sintiéndose engañado o, al menos frustrado en sus expectativas.

El presidente está buscando apoyos, no tanto para salir de la crisis como para que todos la asuman. De alguna manera, está escurriendo el bulto, primero negando la realidad, después escudándose en el mundo exterior y, ahora, pidiendo opiniones por todos los ámbitos.

Reunirse en La Moncloa los dos políticos más importantes de España -con más de 20 millones de votos sumados entre los dos- para decidir que Ibarretxe no puede convocar el referéndum que propone, que los pederastas deben sufrir penas más severas o que no es de recibo que los etarras sean homenajeados en forma de placas callejeras, no es como para tirar cohetes. Los ciudadanos tienen derecho a esperar más y de hecho, esperaban más.

Quedan los pactos. No sabemos nada en concreto de lo que han pactado. Si han llegado a un acuerdo sobre la renovación de la Justicia o del Tribunal Constitucional y –vistas las causas por las que esas renovaciones se han venido retrasando de forma escandalosa- es como para pensar que han pactado nombres y que en septiembre habrá, simplemente, que redactar las diferentes listas ya acordadas por ambos líderes.

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Pero mucho nos tememos que no se ha entrado a examinar el fondo del asunto. Que han acordado llegar al acuerdo y que se vayan reuniendo los segundos de a bordo. Eso, conociendo la capacidad de Rodríguez Zapatero de negar lo que dice y de mirar para otro lado, debería –posiblemente lo esté- mantener en guardia a Mariano Rajoy, porque, a lo mejor, la reunión de La Moncloa no va a ser tan positiva como parecía en un principio.