Los pactos de estado, aquí y ahora

Cuando vienen mal dadas es muy frecuente que los políticos –de cualquier signo- recurran al pacto de estado. Siempre lo hacen quienes están en el poder y, en algún sentido, piden árnica a la oposición para que, en temas y asuntos concretos, no haga precisamente la oposición que tiene que hacer.

Hay pocos asuntos que merezcan que la gestión de los políticos se sustancie a través de un pacto de estado. Estaríamos hablando de la soberanía nacional, del peligro de confrontación armada con otra nación o de casos extremos en la economía que pusieran en peligro la propia subsistencia del mismo estado. Y poco más. El resto hay que dejarlo al juego normal de poder y oposición, y los políticos y los partidos políticos tienen que saber perfectamente a qué están jugando en cada caso.

Por eso, el que asuntos como el de la inmigración se tomen por unos como materia para un pacto de estado y por otros como pretexto para ejercer una oposición sin sentido, tiene en la España de aquí y ahora poca explicación.

Se recurre también al latiguillo de ‘cuando ustedes gobernaban’. Craso error porque en política no se trata de hacer reproches a toro pasado sino de las realidades de cada momento, del ahora y aquí que pueden proyectarse hacia un futuro mejor.

Cuando se está en el poder se hace esto o aquello, cuando se es oposición se hacen otras cosas. Cuando se está en la oposición se dice tal o cual cosa, pero cuando se detenta el poder, los  planteamientos son distintos.

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Y dentro de la mínima honestidad que hay que pedir a los políticos y a los partidos en los que militan, eso es perfectamente normal y tiene que ser así. Escudarse en el ‘usted hizo’ o en el ‘ustedes decían’ es, además de estéril, una muestra de que se ha entendido poco o nada lo que supone el juego de partidos, lo que supone estar en el poder y lo que supone ser oposición.