El parlamentarismo de Iglesias

Pablo Iglesias no tiene demasiado arraigado en su cabeza política el sentido del parlamentarismo. Claro que a un político que califica de ejemplar y de imitable la democracia venezolana, no se le pueden pedir demasiadas peras en el olmo de su concepto de la democracia.

El intento de participar en un debate parlamentario a través de un mitin y aspirar a un encuentro con el presidente del Gobierno en ‘cualquier televisión’, supone el desprecio más absoluto del parlamento que, elegido por todos los ciudadanos, está en la plenitud de su mandato y en el uso de todas sus facultades legislativas.

Se arroga Pablo Iglesias el título de única oposición al Gobierno, simplemente con el título democrático de parlamentario europeo (para más inri, lo hace en un día de pleno en Europa, al que no asistió porque daba el mitin en Madrid) usurpando el carácter de opositores a parlamentarios que han obtenido ese derecho en las urnas y que gozan de él hasta que acabe la legislatura.

Dar el mitin –nunca mejor dicho- tras las sesiones del debate del Estado de la Nación y hacerlo en un tono de reto, arrogándose facultades inexistentes y trasladando la soberanía nacional a un plató de televisión, es un camino equívoco, antiguo y ya muy trillado por arengadores de masas más o menos populistas; un camino que conduce a ninguna parte o, al menos, a ninguna parte aceptable en democracia.

Pretende Pablo Iglesias trasladar el debate, la confrontación de ideas y el intercambio de pareceres a la calle.

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Posiblemente Iglesias se encuentre más cómodo en la calle o en un estudio de televisión que en un parlamento, pero es en ese parlamento en el que reside la soberanía nacional, le guste o no le guste a Iglesias.