Entre el paro y el empleo

La sociedad española se mueve entre el paro y el desempleo y cada vez que salen las cifras de uno y otro las opiniones son para todos los gustos. Dejando aparte a quienes están en el paro y, naturalmente, piensan, ven y sufren en sus propias carnes, que las cosas no se arreglan y sin tener en cuenta la opinión, lógicamente positiva, de quien ha encontrado un puesto de trabajo, lo cierto es que los claroscuros que hay en este asunto son más que normales.

Las cifras tampoco sirven para dar cuenta clara y exacta de la situación. Muestran un descenso de las personas inscritas en el paro, reflejan un aumento en las afiliaciones a la seguridad social y hasta señalan una tendencia que, desde hace meses, es esperanzadora.

A eso se aferra el Gobierno que, ciertamente, nunca ha echado las campanas a voleo celebrando lo que no se puede celebrar. El ejecutivo, aun  mostrando la esperanza que dan las cifras y lo innegable de las tendencias, se muestra prudente. Y hace bien.

En el otro lado, oposición y sindicatos, que tampoco pueden negar la realidad de los números, prefieren hablar de la precariedad del empleo, de la temporalidad de los contratos y del número de parados que sigue siendo alarmante.

Y es ahí donde el Gobierno de Mariano Rajoy debería poner el énfasis.

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La subida del empleo, a pesar de las medidas que se toman, es demasiado lenta. El número de parados, sobre todo entre los jóvenes y las mujeres, es insostenible. El porcentaje de contratos temporales, incluso por horas, no es de recibo. Por todo lo anterior se puede deducir que, o bien las medidas que hay que tomar no se toman, o las que se toman no son lo suficientemente contundentes.

Se nota el esfuerzo de los emprendedores y de los pequeños empresarios, pero quizás se nota menos el que, seguramente, estarán haciendo las grandes empresas y la banca. Cuando estos dos grandes grupos hablan de beneficios siempre sobrevuelan los números de parados y la naturaleza de los puestos de trabajo que se ofrecen.

Esperanza sí, prudencia también, pero hay que pisar más a fondo el acelerador o buscar otros pedales, porque si no, el coche va a tardar demasiado en andar lo que debe de andar y a la velocidad que exige la sociedad actual.