No pasarán

Lo peor de un grito político o de una consigna de partido es cuando hay que explicar su significado. Y es lo peor porque es la más clara demostración de que el grito o la consigna son pasto del tiempo y están en la historia.

El grito y la consigna que hay que explicar son estériles por antiguos, inoportunos por evocadores y ridículos por definición. Pretender a estas alturas de nuestra historia rehacer acontecimientos, revivir horrores y remover aguas fecales es, cuando menos, inapropiado.

Pero cuando todo eso se hace en aras de un pretendido progresismo, apoyado en, por ejemplo, jóvenes universitarios y recintos que por su propia trascendencia deberían estar al margen de banderías, es un verdadero desafuero que a nada conduce como no sea a la confrontación dialéctica de la que ya estamos sufriendo los primeros atisbos.

No es fácil manejar la moviola política y mucho menos cuando ha habido por medio una contienda civil. Es indecente utilizar mentes jóvenes que deberían ser abiertas y por abiertas mirar al futuro. Y lo que es peor, se juega con sentimientos que si nunca van a desaparecer deberían quedar en lo más recóndito de las conciencias y de los recuerdos personales que cada uno debe de manejar a su antojo y como le venga en gana.

Para unos es demasiado fuerte la tentación de agarrarse al clavo ardiendo, tenga el nombre propio que tenga, para intentar rehacer sus frustraciones y convertirlas en banderas limpias de polvo y paja. Para los otros también es irresistible la sensación de que se hacen las cosas de una determinada manera cuando las urnas empiezan a enturbiarse y cuando los problemas se quieren esconder tras telones de humo de hace demasiados años.

Vídeo del día

Al menos 16 muertos en el incendio de
un centro comercial en China

 

Hay muchas cosas que barrer en nuestros tribunales, en nuestra economía, en nuestras autonomías y en los múltiples casos de corrupción política como para que nos dediquemos a rehacer historias, porque la Historia, con mayúscula, se analiza, se estudia, se investiga y se usa como lección magistral para las futuras generaciones, pero nunca se reescribe.

Y, sobre todo, no se juega con el peligro de repetirla.