Los pudores de la vicepresidenta

La Alianza de Civilizaciones es lo que tiene, que es muy traicionera y, en cuanto te descuidas, te afloran los colores a la cara. Cuando se tiene la sensibilidad tan a flor de piel como María Teresa Fernández de la Vega una llega a sentirse sorprendida y hasta horrorizada.

De la Vega, que es tan aficionada a toparse con la Iglesia Católica, no debería sorprenderse ni horrorizarse cuando se topa con otras culturas, otras costumbres y otras prácticas religiosas a las que también hay que respetar.

Pues érase que la Vicepresidenta estaba en Níger en visita ‘ad limina’ para reivindicar los derechos de las mujeres, la igualdad de sexos y, es de suponer, la paridad en cargos públicos. Hete aquí que cuando está tan afanada contando las ministras que hay en el gobierno de Níger, va un señor vestido de rosa o de azul, que el color cambia según las fotos, y le dice eso tan socorrido de ‘vamos a hacernos una foto con mi familia’ y De la Vega que posa con su mejor sonrisa y ‘tú, pequeña, ponte aquí a mi lado y tú a este otro costado y usted con su señora por aquí’ y aunque ella no es muy de familias, pues que se siente a gusto, e incluso con un cierto aire protector hacia estas buenas gentes del tercer mundo.

Y de pronto el jarro de agua fría, la cruda realidad, los pies en el suelo, la crudeza de la vida. El funcionario solícito que se acerca al oído de De la Vega: ‘vicepresidenta, que el tercermundista es polígamo y –como su propio nombre indica- las niñas estas son sus mujeres’. Y viene el horror y la sorpresa y los adláteres que se multiplican para intentar que la foto no se publique. Un sofoco.

Y es que aliar, lo que se dice aliar civilizaciones, no es fácil. Por ejemplo, le dicen ustedes al caballero polígamo de Níger, que se haga una foto en una boda de dos gays, o de dos lesbianas, o que se coloque en las fotos de grupo que se hace el doctor Montes en la puerta del hospital de Leganés o, siguiendo con el arte fotográfico, le enseñan al de Níger las imágenes de los restos de fetos que han pasado por las manos del doctor Morín o las páginas de sucesos de cualquier periódico en el que aparezcan las mujeres asesinadas, pese a las leyes esas de la violencia de género, y es seguro que al caballero del tercer mundo se le ponen los pelos de punta, y se horroriza y se asombra como mínimo tanto como se ha horrorizado y se ha asombrado De la Vega, llevada de su natural pudor.

Y es que hay civilizaciones y civilizaciones, y políticos civilizados y políticos civilizados, y que en todas partes cuecen habas y que doncellas pudorosas hay en todas partes.

 
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