La rosa está de fiesta

Era en Gavá, parece que lo organizaba Montilla y allí estuvo Rodríguez Zapatero, más mitinero que nunca. Quizás fue la euforia de pensar que más tarde ganaríamos la final de baloncesto a Rusia, o los triunfos en motos, o vaya usted a saber qué, pero viendo las imágenes y escuchando los gritos del presidente hay que concluir que estaba eufórico y -como Montilla no es precisamente la alegría de la fiesta- es de suponer que la euforia presidencial venía de más allá de Cataluña aún contando con la presencia de Carmen Chacón.

El caso es que Zapatero gritaba y era aclamado por un auditorio plagado de gentes que llevan la rosa en el puño y en el corazón (hay que ponerse cursis, que estamos en campaña) y en sus gritos el secretario general del PSOE prometía y prometía y prometía...

Y atacaba a la derecha retrógrada del Partido Popular y decía aquello tan socorrido de que ‘si hubiéramos perdido contra Grecia me hubieran echado a mí la culpa’. Oportunidad se llama esa figura, sabiendo ya como sabemos, que hemos perdido la final contra Rusia, precisamente en el único partido en el que el presidente ha estado presente. Pero no vivamos de rumores y de maledicencias.

Lo cierto es que Rodríguez Zapatero preguntaba y se preguntaba “por qué le molesta al Partido Popular que nuestros hijos puedan aprender la Constitución, la tolerancia, la democracia y los derechos humanos”. Y dejaba la respuesta en el aire, ponía ojos pillines y sonrisa malévola como si él mismo se contestara: ‘pues porque no les gusta la Constitución, porque no son demócratas ni tolerantes y porque no creen en los derechos humanos’. O sea como queriendo decir.

El auditorio aplaudía frenéticamente. Ya no había que pensar ni analizar qué es lo que hay detrás de la asignatura de Educación para la Ciudadanía independientemente de que detrás pueda estar el probo y ejemplar ciudadano, empresario y representante democrático del pueblo Mayoral.

Pues lo que no hay detrás de la oposición a esta asignatura es algo carca, de carácter religioso o moral o ideológico. Ni los católicos en fila de a uno a las órdenes de los obispos. Ni siquiera un concepto clerical de la educación.

Lo que hay es precisamente lo que con tanta claridad ha enunciado el presidente del Gobierno: la Constitución que deja meridianamente claras las funciones del Estado en materia de educación. Un sentido democrático que supone que los ciudadanos son libre para elegir la formación ética, ciudadana, cívica y en valores que quieren para sus hijos. Lo que hay es un respeto y tolerancia para lo que piensan los demás y por eso no se admite el pensamiento único para enseñar a los más jóvenes. Y lo que hay, por último y en palabras de Rodríguez Zapatero, es una altísima consideración de los derechos humanos que no pueden ser conculcados ni en materia de educación ni en ninguna otra ni mucho menos por el estado.

En todo el mitin de Zapatero subyace la consigna de que la objeción para cursar esta asignatura proviene de un pensamiento conservador arropado en y por los católicos.

No es así. Es precisamente todo lo contrario, es la idea de quienes defienden sus derechos frente a la intromisión gubernamental en una materia tan delicada y de tanta trascendencia.

 
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