Sánchez empezó dando risa y acabará dando miedo

Miedo por lo que hace, por lo que dice y hasta por lo que se sospecha que piensa y por lo que pueda pensar y decir y hacer. Todo ello contando con un bagaje de ideas más bien pobre, y una altura ética ayuna de toda moral, todo lo cual no hace sino acrecentar el miedo.

Sánchez, con ese afán suyo de pasar a la historia -incluso con más laureles que Zapatero- siempre está haciendo y diciendo cosas descabelladas o al menos inusuales en estos pagos occidentales. 

El político, el hombre público, comienza dando miedo. A veces no se le conoce demasiado, se recela y se duda de lo que dice en sus discursos, o de lo que pueda hacer en el poder. Poco a poco va cayendo mejor (no es el caso de Sánchez) y hasta conquista nuevos simpatizantes que celebran sus gracias y sus ocurrencias. Después, empieza a causar risa; lo que dice y  lo que miente, lo que promete y lo que no cumple, sus formas y hasta su presencia, son objeto de chistes y de chanzas y es ahí donde comienza su  despedida.

Sánchez, que era un perfecto desconocido, sin ningún logro en lo público, ni prestigio en su partido, comenzó cayendo no demasiado mal, a pesar de las cortinas tapaurnas y de las mociones de censura que no todos veían demasiado moralizantes ni plausibles en una política medianamente honrada. Enseguida -con su trayectoria mentirosa, sus promesas imposibles y su chulería andante (literalmente andante) comenzó a caer mal y a no poder salir a la calle y ahora es el momento en el que -con sus afirmaciones y sus baladronadas- genera miedo. 

Miedo por lo que hace, por lo que dice y hasta por lo que se sospecha que piensa y por lo que pueda pensar y  decir y hacer. Todo ello contando con un bagaje de ideas más bien pobre, y una altura ética ayuna de toda moral, todo lo cual no hace sino acrecentar el miedo.

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Sánchez era risible por sus nombramientos, por sus justificaciones, por sus mentiras convertidas en cambios de opinión, por las peroratas diarias en plena pandemia con aquello de mi persona y los múltiples en consecuencia y cuando aseguraba que los españoles iban a salir más fuertes; se reían de sus promesas, se hacían chistes de sus afirmaciones, de sus memeces y de sus pretensiones de estadista que pasaría a la historia. Había carcajadas provocadas por las fotos de los viajes (gafas de sol incluidas) y cuando se conocían sus comparecencias europeas…

Pero de un tiempo a esta parte Sánchez ha comenzado a dar miedo; que se lo pregunten a los jueces, a los medios que intenta amordazar o a las cabezas cortadas de su propio entorno.

 Y el culmen ha sido su afirmación rotunda e inequívoca en el Comité Federal de lo que queda del Partido Socialista: ”Vamos a gobernar con o sin la ayuda del Poder Legislativo”.  

No se conoce un dirigente político -no ya en una democracia sino en el marco de la civilización occidental- que se haya atrevido a lanzar un ataque de tal envergadura a un sistema o, por lo menos, a explicitarlo sin dar lugar a la más mínima duda.

Que Sánchez viene despreciando y haciendo caso omiso del Poder Legislativo es absolutamente conocido. Sus ausencias en votaciones importantes, sus desplantes a los diputados, sus desprecios a la Cámara, su falta de respuesta a las preguntas de la oposición, el abuso de los decretos-leyes o las negociaciones ajenas a la marcha normal del Congreso y fuera de él, son delitos de lesa democracia que viene cometiendo con el mayor de los descaros. Pero afirmar su propósito de gobernar sin el Poder Legislativo, en cualquier país de cultura occidental, inhabilitaría automáticamente al aquejado de irresponsabilidad patológica, que hubiera pronunciado tan miserable frase.

Sánchez ha traspasado muchas líneas rojas, con lo que ha dicho y con lo que ha hecho, pero nunca esas líneas traspasaron lo que llegó a decir ante el rebaño/ reunión de la calle Ferraz de Madrid.

Se le dará más o menos importancia, pero que el jefe del Partido que gobierna, haga semejante afirmación, es gravísimo y da miedo porque es una declaración de intenciones para institucionalizar una dictadura, implantar un régimen autocrático, y justificar el despotismo más absolutista.

Bien harían los ciudadanos, los que votaron a Sánchez y los que no le votaron, en tomar buena nota y en irse preparando para las posibles consecuencias.

La carcajada… Dice Esteban (el del tractor a medias con Rajoy) a propósito de la intención de Sánchez de gobernar sin el Poder Legislativo: “Dicho así, queda como poco democrático”.