De la sonrisa estúpida de Puigdemont, a la estúpida sonrisa de Torra

Puigdemont y Torra

Igual es casualidad, pero da que pensar que los tres últimos presidentes de la Generalidad de Cataluña, Mas, Puigdemont y Torra, tengan una característica común: una estúpida sonrisa que, al menos en público, apenas desparece de su cara y que ya forma parte de sus facciones. Sonrisas forzadas, de compromiso, de quedar bien, de aparentar tranquilidad, de fingir victorias inexistentes; sonrisas ambiguas, mentirosas, falaces; sonrisas de vendedores de mercancía averiada.

Claro que son distintas y con diferentes matices, pero las tres igual de estúpidas. Sonrisas polivalentes que igual pueden servir para afianzar personalidades pobres, que para engañar a votantes entre recalcitrantes e ingenuos. Sonrisas que quieren ser de triunfo, de logro inusitado y se quedan en mueca de histrión, en pintarrajo de careta y en gesto huidizo que no mira de frente.

Cuando Mas, mentía y engañaba a propios y extraños o se paseaba por los tribunales, su sonrisa estúpida asomaba a su cara, sin cambios, a pesar del continuo ir y venir de sus mentiras.

Cuando Puigdemont huye por Europa o sale de una cárcel mintiendo sobre la realidad española y defendiendo su propia indefensión, su sonrisa estúpida apenas se tuerce en una boca apretada de preocupación.

Y cuando ahora, Torra, emplaza a Rajoy, insulta a los españoles, desprecia a más de la mitad de los catalanes y amenaza con volver a empezar -con Trapero o sin Trapero- su sonrisa estúpida suena a sarcasmo y a venganza de quien no llegó más que a número 11 en las listas de su partido.

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La esperpéntica rueda de prensa conjunta de los ‘presidentes bicéfalos’ en la Alemania de los jueces estultos, fue un recital de sonrisas a cual más estúpida, de idas y venidas al micrófono y de pretendidas miradas cómplices y arrumacos empalagosos, que bien hubieran podido llevar a sus protagonistas a algún festival de canciones.

Es curioso que las únicas sonrisas estúpidas de las que tenemos noticia, sean las de los que, de momento, por unas u otras razones, pasean más allá del patio de una prisión.

Y para que conste dónde corresponda, habrá que subrayar que la estúpida es la sonrisa, por supuesto.