Cargos políticos y actos religiosos

De las últimas que hemos tenido noticia es la de Zaragoza en Común, que gobierna en el ayuntamiento de Zaragoza, especificando que no asistirán a la Misa del Pilar ninguno de los ediles en representación de la institución. Como aragonés y residente en Zaragoza durante 18 años, ha de decir que la Virgen del Pilar no necesita su presencia, ni tampoco los católicos que asisten, simplemente es una tradición multisecular que beneficia a quienes quieren.

En algunas ocasiones, se especifica que, a título personal, sí pueden asistir, pero en representación del ayuntamiento. La realidad es que, según me consta de varias ciudades, bajo mano ordenan a los ediles que no les ocurra asistir, ni siquiera a título personal.

El motivo que alegan es que debe haber separación entre poder civil e Iglesia, pero los argumentos apenas se esgrimen. Se ve que es una decisión de amplio espectro en la que no prima la libertad real de los propios concejales o alcaldes de Podemos, Compromís u otras agrupaciones de electores o candidaturas. Se quitan crucifijos de salones públicos, cuadros y se estudia el modo de retirar hasta estatuas o imágenes en la vía pública.

He oído a personas que no votan a esos partidos y que practican el catolicismo que les parece bien esa separación, que es mejor evitar presencias protocolarias cuando no se siente una vinculación institucional.

Desde siempre, los diferentes ámbitos de la vida ciudadana se han invitado unos a otros a los actos públicos; judiciales, académicos, institucionales, religiosos, deportivos, etc. Todos ellos son muy conscientes de que tienen su ámbito específico, a la vez que desean celebrar sus aniversarios o fiestas acompañados por otras autoridades.

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En el fondo hay una confusión notable, porque se niega a la religión y a las tradiciones religiosas la condición de manifestación cultural libre, como es el deporte, el folklore. Parece que late el deseo no de separar, sino de eliminar cuanto huela a católico.

Si se trata de separar lo político de otras instancias, habrían de plantearse si un concejal puede asistir como tal a una llegada de una etapa de una vuelta ciclista, a una representación teatral, a unos premios de una asociación, a un acto académico y a un innumerable conjunto de actos que tienen que ver con la vida pública ciudadana.

Ahí reside, en mi opinión, la clave, en querer arrinconar al ámbito personal y privado la religión, en concreto de la católica, y con el deseo de que ni siquiera arraigue en el ámbito privado.

Se ha desatado una ola de sectarismo, que no atiende a razones, pero tampoco hay una reacción proporcional y razonada de los ciudadanos que no están de acuerdo, además de algunas ingenuidades. Tiempos nuevos que requieren un ejercicio nuevo de razonamiento y de libertad sin complejos.