Los políticos que necesitamos

Se anuncian recortes continuamente a los ciudadanos, pero nada sabemos, por ejemplo, de cómo ha quedado la generosa retribución de los diputados en el Congreso, incluyendo dietas, complementos, y un largo etcétera.

Son tiempos duros, exigentes, y los políticos –ocupen o no puestos de gobierno- han de estar a la altura. Lo fácil es generalizar y desprestigiar en bloque a todos los políticos, y eso –además de injusto- no contribuye a generar mayor confianza en los políticos, ahora necesaria para sacar adelante España. Hay políticos que encabezan la austeridad, la dedicación, el trabajo que ellos piden a los ciudadanos: y otros políticos no la encabezan. De todo hay.

No son tiempos para que los políticos se enroquen y miren hacia otro lado. La sociedad hubiera visto con muy buenos ojos que las subvenciones a los partidos políticos se suprimieran, y no recortadas ligeramente: que los partidos se financien con cuotas y donaciones transparentes. Así cada partido estaría en su sitio, según el apoyo ciudadano. Recortar la cobertura de desempleo o suprimir la extra de Navidad a los funcionarios en vez de sacrificarse los partidos políticos en primer lugar no se acepta. Y ese tipo de decisiones ahonda la brecha entre políticos y sociedad, sin lugar a dudas.

Se acabaron, al menos durante unos años, los políticos que pretenden vivir de talante, gestos, sonrisas, abrazos, besos y fotos: deben asumir sus obligaciones, entre las que figura en primer lugar la ejemplaridad. Deben reflexionar sobre la ética en su tarea, y es oportuno recordar al filósofo Spaemann, cuando escribió que “ética es hacer justicia a la realidad”: no pueden agarrotarse, sino ser valientes; no deben anteponer amiguismos a profesionalidad; no deben esconderse, sino asumir sus obligaciones; no deben justificar con la palabra “crisis” arbitrariedades ni errores; no deben primar las posiciones personalistas ni partidistas, sino las que sumen fuerzas.

En definitiva, o desarrollan mejor una tarea de “servicio público” –aunque suene a utópico- o simplemente los ciudadanos se rebelarán contra ellos, por “inservibles”. Si se creen una casta intocable, están en un error. O cambian o se les cambiará: y si ninguna de las dos cosas sucede, no nos quejemos. La brecha con los políticos puede aumentar o disminuir: en su mano y en la de los ciudadanos está la llave.

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