La valentía del Papa

De la sorpresa mundial, se ha pasado al respeto y hasta la admiración. La renuncia del Papa ha sido una sorpresa, pero relativa, si se recuerda su elección, sus años de pontificado y su personalidad. Una pista clara la dejó en el libro "Luz del mundo" (2010), hablando sobre la posibilidad de que un Papa renuncie.

Con la sencillez que ha caracterizado su pontificado, Benedicto XVI ha anunciado que renuncia porque ya no tiene fuerzas para las tareas de su ministerio. Una decisión histórica.

Fui Director de Comunicación del V Encuentro Mundial de las Familias con el Papa (Valencia, julio 2006). Fue una tarea apasionante, que supuso coordinar los lógicos detalles con la Santa Sede, y especialmente con los directores de L´Osservatore Romano, Radio Vaticana, la CTV –televisión vaticana, que entonces dirigía Federico Lombardi, actual portavoz del Vaticano- y, por supuesto, con el entonces portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls, que con su experiencia y cordialidad nos facilitó mucho la tarea.

Con un viaje a Roma en mayo de 2006 quedó prácticamente todo concretado: desde luego, su experiencia en viajes del Papa superaba la que teníamos en Valencia, pero percibimos un clima de confianza plena en nuestro trabajo, que plagado de mails y llamadas telefónicas fue en aumento conforme se acercaba julio.

Por ser Director de Comunicación del V EMF, ahondé especialmente en la figura de Benedicto XVI, sus enseñanzas y su personalidad. Además, tuve que atender a cientos de medios de comunicación, acudir a entrevistas televisivas o impartir conferencias tan variopintas, que me obligaron a esa tarea todavía más. Muchos preguntaban sobre el Papa: yo, portavoz del EMF pero no del Vaticano, lo hacía saber, a la vez que no esquivaba mi obligación de aportar datos y valoraciones sobre Benedicto XVI. Aprendí mucho, estudiando, hablando con diversos profesionales, escuchando, para poder informar adecuadamente con criterio, transparencia y agilidad.

Quiero destacar una sencilla anécdota, que entonces conocí y ahora me parece ilustrativa. En cierta ocasión, el cardenal Ratzinger iba caminando por la plaza de San Pedro, y una persona le pidió su opinión sobre una materia que le interesaba. Con toda sencillez, Ratzinger le contestó que no lo había pensado y que, tras meditarla, podría darle su opinión. Siempre me ha parecido esta pequeña anécdota un fiel reflejo de la personalidad del actual Papa: reflexivo y profundo, entonces y ahora.

La carga de un Papa es colosal: nada más y nada menos que representante de Jesucristo en la tierra. Él no esperaba ser elegido en 2005, máxime cuando había pedido en varias ocasiones a Juan Pablo II retirarse de responsabilidades de gobierno, dar paso a otros. En aquel cónclave de 2005 vio que la "guillotina" –ser elegido, y con esa expresión que utilizó- le iba a tocar. Si antes invocaba su edad para no asumir tareas de gobierno, parecía más que razonable que no aceptase ser Papa. Con el aliento de los cardenales aceptó la elección, y se ha exprimido en estos casi 8 años. Su conciencia le condujo a aceptar la carga y su conciencia le lleva a dejarla, y es una opción prevista en el Código de Derecho Canónico.

Joaquín Navarro-Valls, portavoz del Vaticano muchos años con Juan Pablo II y en el comienzo del pontificado de Benedicto XVI, recuerda con nitidez que, al fallecer Juan Pablo II, le comentó un asunto al cardenal Ratzinger, y éste le contestó con gran sencillez: "No nos corresponde a nosotros ese asunto, es tarea del Papa que venga". ¡Estaba tan convencido de que no iba a ser elegido! Así me lo contó Navarro-Valls.

En las quinielas de "papables" en 2005 salía la posibilidad de Ratzinger, pero muchos le descartaban por su edad y salud. Fue elegido y en estos años ha dado de sí todo lo que podía al servicio de la Iglesia. Seguro que por el bien de la Iglesia, ahora renuncia, precisamente invocando la falta de fuerzas, el vigor que estima necesario para misión tan dura. Han sido años de valentía en la Iglesia, no ha esquivado su responsabilidad, y no hay nada en su decisión que apunte a abandono, sino a una magnanimidad humilde de conocerse y conocer la carga que un sucesor de Pedro ha de asumir. Tiempo tendremos para reflexionar una decisión tan ponderada e histórica.

 
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