Nadie entiende la ruina autonómica

Continúo con mi ronda de impresiones recabadas en conversaciones que he tenido con extranjeros este mes de agosto. Hay otra cosa que muy pocos entienden fuera de España: el asunto de las autonomías.

En centro-europa muy pocos entienden por qué España ha decidido organizarse –me preguntaban- a partir de diecisiete pequeños estados.

Intenté apoyarme en las similitudes que existen entre nuestros gobiernos regionales con los cantones suizos o los länders alemanes, pero sin mucho entusiasmo, lo admito. Porque el paso del tiempo y la política han demostrado que nuestro sistema, además de ineficaz, es ingobernable y tremendamente caro.

La principal crítica de mis interlocutores era esta: las autonomías españolas están sobredimensionadas. Aseguran que esos gobiernos replican competencias estatales sin ningún sentido y se abrogan capacidades que superan sus posibilidades.

Me pedían que les explicara la figura del municipio, de las diputaciones, de los cabildos en las Islas Canarias. Reconozco que no salí muy bien parado de esas charlas.

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Y al final, hasta me apunté a meter algo de cizaña. Les hablé del inútil Senado español, de las múltiples embajadas autonómicas abiertas por el mundo y hasta de las ruinosas televisiones regionales. Se quedaban boquiabiertos.

Lo peor es cuando me preguntaban si estábamos haciendo algo para remediar todo esto. Les hablé del techo de gasto autonómico impuesto por Rajoy (les pareció razonable) pero les confesé que deshacer la madeja regional va a ser mucho más complicado de lo que parece. Por un motivo: hay muchas personas viviendo de ello.

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