El infierno de volver a casa por Navidad en Cataluña

“Vuelve, a casa vuelve, por Navidad” era el conocido lema publicitario que la empresa Nescafé Turrones El Almendro difundía por estas fechas en un cariñoso anuncio de televisión. Pues bien. Me acaban de contar dos conocidos que en Cataluña, la experiencia de regresar al hogar se ha convertido en un verdadero infierno.

El relato me llega por partida doble. Dos personas nacidas allí, que viajaron a Cataluña para pasar junto a sus respectivas familias estos días tan entrañables, describen con pesar el tenso ambiente que se respiraba y el cambio que han experimentado sus coetáneos por la crispación política existente.

Cuentan que se han encontrado a primos, cuñados, sobrinos, tíos... irreconocibles, absolutamente radicalizados por la cuestión soberanista. Allí donde había un catalanista convencido, sí, pero razonable y respetuoso con quien no pensara como él, ahora había un ser completamente distinto.

Antes se podía charlar de casi todo con aquel familiar pero tradicionalmente se optaba por dejar fuera de la Nochebuena o de la cena de Fin de año cuestiones peliagudas. Era cuestión de educación, prudencia y sensatez. La familia era lo importante. No la política.

Estas semanas no. El tema espinoso había que tratarlo y las alusiones eran constantes. Indirectas, pullas, guiños. Caras largas, enfados, remangos. ¡Menudo ambiente!

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En algún caso, me dicen, la cosa llegó incluso a lo personal: “Claro, como tú eres charnego qué vas a decir, qué vas a pensar...”.

Doy importancia a estos dos relatos porque las personas que lo cuentan coincidían en una cosa: abandonaron Cataluña apesadumbrados, tristes, golpeados. No echaban espuma por la boca. Estaban visiblemente abatidos y repitiendo: “no me sentí en mi casa, ni con mi gente, sino como un extraño”.

Es una pésima noticia. Digo yo.

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