Yo, de mayor, quiero ser de izquierdas

Es lo suyo. Si uno tuviera que situarse ideológicamente en algún punto del espectro político nacional, tendería a colocarse a las doce. Puestos a definirse, uno se bautizaría con ese atrevido término que ha utilizado por vez primera un compañero de tribuna: “centrosexual”.

Efectivamente, ni me gusta el vacío discurso Zapatero, ni me parecieron acertadas las principales decisiones que tomó José María Aznar en sus últimos años en la Moncloa. Me indigna el sectarismo del Partido Socialista al acercarse a los problemas de los españoles y atender únicamente las demandas de unos pocos (incluso cuando van contra las de otros muchos), y me pareció una aberración la apuesta del anterior Ejecutivo “popular” por la guerra de Irak.

Me produce escalofríos la actitud intolerante de algunos prohombres de la izquierda española, pero mucho más el esfuerzo por disimular sus modos, camuflados detrás de diálogos sordos e insinceros. Por no hablar de quienes, desde el Partido Popular han apostado por un estilo que raya la tibieza y amenaza con edulcorar cualquier consigna.

Me cuesta aceptar esta estrategia del actual Ejecutivo del todo se pacta con los nacionalismos, se pague el precio que se pague. Y me indignaron sobremanera los modos que se utilizaron desde la calle Génova para afrontar la cuestión autonómica, basados en un planteamiento terco y rígido, que ha dado la espalda a una realidad incuestionable: España debe apostar por una mayor autonomía de las autonomías.

Pero ser centrosexual no renta. Desengáñense ustedes. Hoy, lo único que ofrece algún rédito es ser de izquierdas. De ahí que uno esté ya pergeñando –con inusitada antelación, no lo niego- la carta a los Reyes Magos, de modo que incluya, arriba del todo, este deseo: yo, de mayor, quiero ser de izquierdas.

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En ese lado de la cama es donde se defienden aguerridamente los derechos humanos. No hay nadie, que no sea de izquierdas, tan implicado con las olvidadas minorías, las abubillas del norte en peligro de extinción, las mujeres maltratadas o los parias de la tierra. Nadie, nunca, en la historia, ha hecho tanto por ellos, por los desfavorecidos. No hay vida fuera de ese planeta.

La justicia también funciona mejor a la izquierda. En ese lugar del mundo, los malos son perseguidos por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado con eficiencia sin igual… aunque a veces se deban forzar un poquito las cosas. Y ¡ay de aquel que resulte vejado, molido y zarandeado al margen de ese hábitat privilegiado! Serán lamentos sin fundamento, frutos del victimismo de unos seres politizados hasta el extremo.

Ellos son ecuánimes y ponderados siempre, aunque se pongan una corona de espinas en la cabeza para hacerse una jocosa fotografía y ofendan a gran parte de la nación. Las críticas serán tachadas de sectarias y puritanas, pues claro, que es que algunos no tienen el más mínimo sentido del humor.

Que nadie sostenga desde su cátedra de estudioso que la homosexualidad puede ser un trastorno psicopatológico, o presentar estudios científicos alternativos que demuestren que los niños educados por parejas homosexuales tenderán a ser, ellos también, homosexuales, serán más promiscuos y presentarán trastornos de identidad de género.

No señor. No hay estudios que valgan, más allá de su arco parlamentario de visión. A la hoguera con él, tan alejado como está de la verdad objetiva que la izquierda dicta dónde está o dónde no está. Por no poder, fuera de la izquierda no habría nadie ni con derecho a equivocarse. No. Directamente al paredón y sin la gracia siquiera de recitar un último deseo, no vaya el reo a abrir la boca y empeore la situación.

Y no olvidemos que sólo hay arte en la izquierda. Artistas, lo que se dice artistas, de los comprometidos y verdaderamente creativos, sólo existen ahí. Fuera de esa horquilla no hay talento ni inspiración posible. No pocas veces, los “artistas comprometidos” actúan como una sociedad bastante limitada, que no duda en poner todo el arsenal en juego para reducir al silencio al “adversario”. En el mundo de la creación, raros son los que se atreven a alejarse del izquierdismo militante.

En una tribuna como ésta ya denunciamos, sin embargo, hace muchos meses la novedad de que tampoco toda izquierda es bienvenida al club. ¿Se acuerdan del señor Mendiluce que, en una reunión de autores en Madrid, fue increpado por no retirar la candidatura Verde, que podía perjudicar al PSOE de Simancas en las elecciones a la Comunidad de Madrid? Allí se vio cómo esta “sociedad” es más “limitada” de lo que algunos creían, también para una parte de la izquierda.