El tono de Rubalcaba es lo que espeluzna

Cuentan quienes le tratan de cerca que el ministro del Interior está muy escamado. No se fía ahora un pelo de ETA, y se las ve y se las desea para frenar el ímpetu pactista del presidente del Gobierno, venga a hacer gestos y más gestos para forzar la paz. Hay que lograr un entendimiento ‘como sea’, repite el inquilino de La Moncloa. Pero Rubalcaba recela, está mosca, contemporiza, dicen en el Paseo de la Castellana, número 5.   De hecho, fíjense bien, don Alfredo llevaba algunas semanas en silencio. Puestos a callar, el silencio del titular de Interior siempre es de los más significativos. Porque, si nadie le niega al cántabro unas excelentes dotes de negociador, el principal valor de Rubalcaba le viene por su capacidad para estar en la pomada.   Sólo hay que mirar la biografía. Milagroso superviviente de aquellos años del felipismo ye-yé, su condición de profesor de Química Orgánica en la Complutense le encaminó pronto hacia las comisiones de Enseñanza del PSOE. Entre 1982 y 1991 fue director de gabinete de la Secretaría de Estado de Universidades, director general de Enseñanza Universitaria, secretario general de Educación, secretario de Estado, y finalmente ministro de Educación en 1992.   Más tarde, tuvo el honor de estrenar la nueva Cartera de Presidencia y Relaciones con las Cortes, que creó Felipe González en 1993. Y le sobrevivió. En plena crisis de liderazgo de su partido, figuraba en la lista de Joaquín Almunia cuando éste sustituyó a González; y estaba también en el nuevo Comité Federal cuando Zapatero llegó a “templar gaitas” entre los socialistas. ¿Cuál es su secreto, don Alfredo? ¿Cómo logró convertirse en la voz de esa nueva izquierda ‘made in ZP’ que negoció con el PP el Pacto Antiterrorista o la Ley de Partidos?   Hay quien destaca que, a este galgo, la casta le viene del exhaustivo conocimiento que siempre ha tenido de los entresijos del Estado y de los servicios de Inteligencia. Las hemerotecas son reveladoras: Rubalcaba ejerció de ponente, entre 2002 y 2003, de leyes como la de control y censura en Internet (LSSI); la del control y regulación del CNI; la de prevención y bloqueo de las finanzas del terrorismo… materias que poco o nada tienen que ver con la composición atómica que estudió el ministro.   Alfredo Pérez Rubalcaba es el político socialista que, junto al presidente del Gobierno, más piezas conoce de ese rompecabezas llamado “proceso de paz” con ETA. Después de pasar muchos meses enfrascado en la negociación con las fuerzas catalanas, el acuerdo estatutario del 21 de enero entre el jefe del Ejecutivo y el líder de CiU permitió que intensificara su colaboración con Rodríguez Zapatero en la búsqueda del final de la violencia, cuyo primer paso se produjo el pasado 22 de marzo.   Ahora, don Alfredo se esconde. ¿Qué datos tiene el ministro? ¿Por qué se muestra tan temeroso? ¿Qué le están transmitiendo las tres principales fuentes de información del Estado sobre ETA, que controla junto a su amigo y confidente, José Antonio Alonso, el CNI, la Comisaría General de Información de la Policía y la Jefatura de Información de la Guardia Civil? ¿Qué sabe usted, don Alfredo que le lleva a refrenar al presidente?   ¿Ssshhh? Tanto secreto, espeluzna.

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