Pura ficción

El expresidente de la Generalitat de Catalunya Carles Puigdemont interviene durante un acto de bienvenida organizado por entidades independentistas en el paseo Lluís Companys, a 8 de agosto de 2024, en Barcelona.

El taxista de hoy tiene ganas de hablar. Le digo el destino. Apaga la radio y arranca. “Este Estado de Derecho (lo que queda de él) está minado. El Ejecutivo y el Legislativo y casi el Judicial (aún resisten un puñadito de jueces y fiscales), entregados a la destrucción del Estado de Derecho sin tocar una coma de la Constitución, vaciándola por completo. Están cerca de culminar un cambio de régimen.

Hoy lo vemos una vez más, en el caso Cataluña, por citar solo uno de los casos de corrupción y degeneración sin precedentes en España y que constituyen la política de Sánchez. A Puigdemont no se le detiene y se fuga de España, los mecanismos legales internacionales no funcionan para su detención, vuelve a España, aparece en Barcelona… y probablemente aparecerá dentro del Parlamento. No se le localizará o, si se le localizase, no se le detendrá. Por supuesto, los Mozos no harán nada. O quizá impedir que Policía o Guardia Civil hagan su trabajo, en el mejor de los casos, aunque el ministro del ramo puede que se encargue de no complicar las cosas a su jefe. Sánchez no tiene límites y la degeneración que lidera parece que tampoco.

Quien espere que “Europa” haga algo, va listo; pertenecemos a un gran sueño que ha terminado convirtiéndose simplemente en una gran potencia normativa y “subvencionadora” de un Estado de Bienestar que terminará cargándose las democracias. Y es que el deterioro de todo nos llevará a todos a pedir que el Estado, el mismo que se apodera de nuestros bienes y libertades, nos ayude a subsistir. Los mecanismos correctores del Estado de Derecho van siendo colonizados por la extrema izquierda que mantiene secuestrado a todos los españoles. Hemos perdido prestigio internacional, no somos socios y aliados fiables. Hemos degradado nuestro sistema educativo. Hemos minado todo valor supremo de convivencia, de esfuerzo, de futuro. Nuestra economía es un tururú, diga lo que diga con tono frailuno el ‘puto amo’, y aunque aún tengamos comida en los hipermercados. La gestión nefasta de la inmigración es un hecho.

Hay amenazas serias de recortes de libertades fundamentales. Estamos a un paso de ilegalizaciones de medios, de partidos; de inhabilitaciones y encarcelamiento de políticos y de disidentes varios; de nacionalizaciones de grandes empresas; de incautación y expropiación de nuestros bienes de particulares, o de limitaciones para su uso. Y poco a poco hemos ido perdiendo la percepción de la amenaza. Que no nos guste una cosa no significa que no pueda ocurrir. Nunca como ahora hemos sido tan vulnerables en la escena nacional e internacional.

Estamos cerca de un ejemplo modélico de transición de un régimen democrático a uno totalitario, mediante el vaciamiento controlado del sistema constitucional. La demolición del Estado desde el Estado. Fuimos modelo de estudio y aplicación en la transición del régimen de Franco al régimen democrático. Ahora vamos camino de consagrar el modelo de transición del régimen democrático al régimen de Sánchez. Al autoritarismo. Y, si le dejan, al totalitarismo. Se estudiará en las facultades de Ciencia Política. Salvo un milagro. “No será para tanto”, digo al taxista al final de su monólogo, ya en mi destino y preparando un billete de veinte euros. “Desde luego, señor; es pura ficción mía. No hay nada que temer. Son ocho euros con cuarenta, por favor”. 

 
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