La política y el chalaneo

Las declaraciones genéricas de cualquier partido aguantan en el papel porque el papel lo aguanta todo. Aguantan también oídas: se oyen tantas cosas al cabo del día que no se presta atención profunda a ninguna de ellas. No te digo al día siguiente.

En política, una realidad que no puede olvidarse es es el mercadeo de intereses, muchas veces con nombres y apellidos: tú me das una cosa a mí, yo te doy una cosa a ti; te dejo gobernar en A si tú me dejas en B. No importa nada que antes se dijera “no pactaré” y luego se diga “pactaré”.

Esto es lo que ocurre cuando no hay mayorías absolutas. Con las mayorías absolutas pasa algo curioso: se critica cuando existen por quienes no la tienen; pero si estos mismos la tuvieran dirían que es la unanimidad del pueblo, bla, bla, bla. ¿Qué creen que dirían Ciudadanos o Podemos si cualquiera de ellos obtuviera mayoría absoluta en las próximas generales. Algo así como “el pueblo ha hablado”, “los ciudadnos lo han querido”. Hay cierto tufo a hipocresía.

Los presuntos políticos puros de Podemos (¿alguien se cree aún eso?), aquellos que llamaron casta a todos los demás, ahora pactan con la casta del PSOE y se hacen casta ellos mismos. Lo raro no es que esto ocurra, sino que haya gente que se crea el discurso purista.

No sé dónde leí no hace mucho esta frase: “Lo importante no es que sea de izquierda o de derecha; lo importante es vigilar al que manda y ver qué hace”. No deberíamos más juzgar por las palabras sino por las medidas concretas y por sus consecuencias. Pero para esto hay que pensar un poco más, hay que seguir una trayectoria, hay que saber no solo lo del día a día sino la historia. Demasiado para el cuerpo, en esta época líquida e instantánea en la que nos hemos colocado.

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“¡Pero es lo que ha querido el pueblo!” Sí, pero luego viene el chalaneo.