Hacia un cuarto mandato de Merkel en Alemania porque se desinfla el efecto Schulz

Comenzó a hablarse del efecto Schulz, como gran esperanza de la izquierda frente al predominio de Angela Merkel, capaz de ir superando dificultades y tormentas con notoria seguridad. Se vio en él al líder para desbancarla en las elecciones del próximo 24 de septiembre.

Nacido en una ciudad europea por antonomasia, Aquisgrán, era eurodiputado desde1994. François Hollande lo tuvo como interlocutor principal, en intento baldío de orillar a Merkel. Y se esperó mucho de su protagonismo para superar la crisis del SPD, demasiado alejado de la canciller en las encuestas de opinión. Los primeros espadas del partido –su presidente en los últimos siete años, Sigmar Gabriel, vicecanciller y Ministro de Economía, y Frank Walter Steinmeier, ministro de Asuntos Exteriores- contaban con Schulz para salir de la estacada. De ahí su inusitado triunfo por unanimidad el 19 de marzo en el congreso que le llevó a la presidencia del partido y al liderazgo para las elecciones generales.

La habilidad política de Gerhard Schröder, especialmente su modo de afrontar la catástrofe de las inundaciones de 2002, le consiguió una prórroga como canciller, cuando las encuestas de opinión vaticinaban su caída. Pero al fin llegó ésta de la no menos hábil Angela Merkel, en un tiempo en que pronto los líderes de los dos principales partidos tendrían la visión de Estado de coaligarse para sacar a Alemania victoriosa de una crisis que hizo estragos en otros países europeos.

En el fondo, la Agenda 2010 de Schröder no distaba mucho de las propuestas de centro de la líder democristiana. Hubo cesiones por ambas partes, se reformó a fondo la legislación laboral –incluida la introducción del salario mínimo- y hubo consenso en una política exterior a la vez proeuropea y crítica con Estados Unidos, especialmente contra su intervencionismo en Oriente Medio, de consecuencias desastrosas como se ha comprobado.

La eficaz gestión de la gran coalición, ha frenado la pujanza de los Verdes y, sobre todo, los extremismos de la izquierda –Die Linke, del antiguo presidente del SPD, Oskar Lafontaine- y de la derecha populista, que apenas consigue el mínimo necesario para entrar en 13 de los 16 parlamentos regionales: aunque la Alternative für Deutschland (AfD) sufre actualmente una seria crisis de liderazgo, sigue creciendo en apoyo de la población obrera, como el Frente Nacional francés.

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Ciertamente, la moderación del SPD ha ocasionado consecuencias electorales negativas entre sus votantes clásicos, algo semejante a lo sucedido al Pasok griego y, en parte, al PSOE, al PSF y al laborismo británico, que trata de recuperar aliento con el giro netamente izquierdista de Jeremy Corbyn, pero que puede cosechar un fracaso tan rotundo como el del francés Benoît Hamon. En España, el resultado de las primarias reafirma esa tendencia, a pesar de los precedentes fracasos electorales.

La elección de Schulz fue recibida con gran entusiasmo, hasta el punto de que comenzó a estrecharse la diferencia de intenciones de voto entre SPD y CDU, hasta igualarse técnicamente. Comenzaron los pronósticos favorables al relevo en la cancillería. La evidente prosperidad alemana, que exigió sacrificios a las clases medias y a las más populares, permitiría ahora un cierto giro más social. A favor de Schulz jugaba también su biografía reciente, ligada a la Eurocámara, y alejada por contraste de la debilidad interna del SPD.

Pero los resultados de las tres consultas electorales efectuadas desde entonces han supuesto un serio jarro de agua fría para esas ilusiones. Las dos primeras –Sarre y Schleswig-Holstein- se minimizaron por tratarse de lander no demasiado poblados. Pero la puntilla ha venido del potente land Renania del Norte-Westfalia, región natal de Schulz, bastión clásico del SPD, con casi 18 millones de habitantes.

En contra de las expectativas, el SPD cosechó los peores resultados desde 1947: el 30,9% de los votos, 8% menos que en las elecciones de 2012. En cambio, la CDU creció un 6%, hasta ponerse por delante con el 33,4% de votos. La relativa debacle del SPD es más grave para Schulz si se tiene en cuenta que se implicó mucho en la campaña electoral. Aparte de las circunstancias regionales, la realidad es que se ha invertido la tendencia demoscópica: en el conjunto de Alemania, el SPD vuelve a estar por debajo del 28% de intenciones de voto, mientras la CDU está por encima del 35%.

Ciertamente, como avisó Schulz a Merkel tras su victoria en Sarre, no debe cantar victoria antes de tiempo. Pero, salvo otro nuevo cambio de tendencia en la opinión, la canciller camina hacia un cuarto mandato. La unidad no asegura por sí sola el triunfo de un partido, cuando la sociedad no lo valora como portador de soluciones para sus problemas y esperanzas actuales.