Diálogos entre enamorados

Hace poco un colega me comentó la existencia de una sencilla e ingeniosa novela publicada por Andrea Mardegan en Ediciones San Pablo, bajo el título José y María. Nuestra historia de amor (2023). El texto  queda embellecido por las acuarelas de Anna María Trevisan que complementa  visualmente el relato. Creo que el autor ha puesto mucho cariño al relatar la historia de amor entre tan insignes protagonistas. Al ser el próximo martes la fiesta de la Virgen del Carmen, me ha parecido un buen momento para plasmar sucintamente algunos rasgos de esta novela.

El autor asume el reto de contar la historia de amor que vivieron María y José por medio de diálogos, llenos de ternura, en los distintos momentos de sus vidas. En los diálogos de esta historia de amor se aprecia un toque personal de su autor que utiliza sabiamente para glosar la grandeza de sus personajes y de su misión.

Los diálogos de los protagonistas podrían darse, salvando las distancias, entre las parejas actuales en las que Dios es el eje de sus vidas. Algún lector puede pensar que esto es un imposible, yo les ánimo a que visiten el foro de jóvenes, @3gether. Este foro plasma la belleza del amor humano, en el que Dios cuenta y añade otra dimensión a la vida de la pareja.

En los diálogos de María y José se pone de manifiesto la sintonía y la alegría de sus corazones, como María le decía a José: “Somos una familia y tú eres padre”. Y le hacía escuchar el latido del corazón del niño, percibir sus movimientos. Además, le decía: “Cuando te acercas a él se pone contento, ¡baila en mi vientre! Patalea de alegría cuando oye tu voz y tus pasos en la lejanía” (p. 72).

En otros diálogos se refleja la confianza de sus protagonistas, como menciona José: Confiar en María me servía de gran ayuda. A ella le podía decir todo. Y ella llenaba de dulzura y significado aquel contraste. “No temas, José –me decía–. Dios te está pidiendo confianza dándotela. Mucho más ahora, en la vida normal de cada día, que cuando teníamos que ir a Belén o a Egipto, cuando todo parecía imposible” (p.123).

También, el autor refleja el embelesamiento o enamoramiento de José por María, por medio de algunos versos del Cantar de los Cantares: “¡Qué hermosa eres, amor mío, qué hermosa eres! / Tus ojos, de paloma, a través de tu velo / Tu melena, cual rebaño de cabras, ondulante por las pendientes de Galaad / Toda hermosa eres, amor mío, no hay tacha alguna en ti”  (Cant 4,1.7) (p.36/37).

Me sorprende gratamente, como se nos recuerda en este libro, que los tres personajes de la Familia de Nazaret, a pesar de su fe, tuvieron dudas. En un pasaje dice José: “El misterio de los caminos del Señor a veces me daba miedo y desalentaba. Me resultaba difícil comprender el sentido de las dificultades por las cuales dejaba pasar la vida de su hijo. Pero sabía que mi cometido era custodiar a aquel hijo y a su madre, María, y fiarme de Dios y de sus designios inescrutables de salvación” (p. 98).

El autor también se imagina como Jesús pregunta a José sobre, lo más esencial de la vida, qué es el amor y cómo José le responde que el amor siempre se presenta entrelazado con el dolor (p. 129). José ayuda a su Hijo a crecer en sabiduría y amor. Y menciona su intrínseca relación con la libertad: “Cuanto más amamos más libres somos. Cuanto más libres somos, más podemos amar”.

Además, en esta novela se recoge como estos insignes esposos enfrentan las dificultades de su matrimonio, con la fuerza de su amor, en el que distintas muestras de afectividad, como son los abrazos, suplirían a las relaciones sexuales del resto de los matrimonios de este mundo. María dice a José: “Con el tiempo has perdido la conciencia de la belleza de tu amor. El don de mi hijo por ti es que tú sientas toda tu capacidad de amar. Es él quien vuelve a entregártela hoy” (p. 125). Y José responde: “Me has sabido amar con el tiempo como ninguna otra habría sabido hacerlo, Tu corazón ha abrazado el mío y el mío sigue abrazando el tuyo. Para mí, es tiempo de crecer en el amor” (p. 125).

 

En las páginas siguientes José comenta que se siente amado y como el amor de Dios vibra en su casa. Así, José, hablando a su hijo, recuerda: “Y construíamos juntos nuestro amor, que no era un amor avanzado del amor de Dios, era precisamente el amor de Dios por nosotros. María me ha hecho vivir como un hombre amado. Verdaderamente deseado. Verdaderamente querido para ser el padre de Jesús en esta tierra. María me ha mostrado físicamente el corazón de Dios, lo hemos sentido palpitar en nuestra casa”.

Hay otros diálogos que generan paz, fruto de la docilidad de María y José para cumplir la misión que les había sido encomendada. Así, María explica que José sufría porque se consideraba en defecto ante Dios. “No puedes cambiar la historia del mundo –le explicaba yo–, que acontece aunque tú no quieras. Y este hijo tuyo, el hijo del Altísimo, ha decidido entrar en nuestra historia y seguir su recorrido”. “Pero nace sin una casa”, me decía. Y yo replicaba: “Es lo que él quiere y lo que han predicho los profetas. Seamos dóciles a su voluntad. Su casa es mi vientre, después Dios proveerá” (p.72).

Por último, resaltar la habilidad del autor para expresar el diálogo silencioso o sin palabras entre los protagonistas de su novela, Por ejemplo, María dice a José: “Amor, formas tú también parte del misterio que llevo dentro”. Entonces, José comprendió. Asintió con la cabeza, también él sin decir nada, salvo con los ojos, que, turbados antes, ahora revelaban una alegría infinita. Y logró ponerme el anillo en el dedo” (p.65).  En otro momento, María dice: “José en el viaje, siempre con un solo borriquillo, nos sonreíamos, cómplices y felices. Y el niño, en brazos de ella o míos, expresaba con su serenidad dichosa el amor que vence al temor” (p. 84).

Para terminar, animo al lector a sumergirse en esta magnífica historia de amor, inspirada en el contenido de los Evangelios y con la que podrá disfrutar y sentir la belleza de la familia de Nazaret.

Tomasa Calvo Sánchez

Catedrático de Universidad

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