Cambiar el sistema electoral

La primera vuelta concluyó como era de esperar, pasaron a la segunda los dos candidatos cuyo triunfo había sido vaticinado por los sondeos sociológicos: Nicolas Sarkozy con el 31,2% y Segolène Royal con el 25,7%, representantes respectivamente de la derecha e izquierda tradicionales. Sin embargo, no se puede hablar de un retorno a la bipolarización. A la derecha de Monsieur Sarkozy figura un personaje tan renombrado como Le Pen y a la izquierda de Madame Royal, toda una legión de grupos de la izquierda más radical: comunistas, trotskistas y verdes; para estos últimos, por cierto, hace mucho que la ecología dejó de ser el tema principal. No está claro si los simpatizantes de Le Pen votarán a Sarkozy, pero sí que todos los partidos de izquierda han pedido ya el respaldo de sus partidarios para la candidata Royal, lo que aumenta, quizás, sus posibilidades de ganar la segunda vuelta, ya que podría tratarse de un 11% más del electorado.

Procede señalar que sea quien fuere el ganador del segundo tour, que se celebrará el próximo 6 de mayo, después de las elecciones, Francia será otra. La importancia del poder presidencial en Francia hace que el país dependa, en grado superlativo, de la figura del primer mandatario. La Francia de De Gaulle, la Francia de Mitterrand y la Francia de Chirac son Francias muy distintas.

El país sufrirá cambios tanto si el sillón del Elíseo lo ocupa un político tan fuerte y original como Nicolas Sarkozy, como si se hace con el poder una mujer, algo que ocurriría por primera vez en la historia de Francia. En el primer caso, es de suponer que Francia aplicará una política, interior y exterior, más áspera que la actual. En el segundo, posiblemente, la política será más suave y delicada, sin las asperezas propias de Sarkozy.

Lo digo sin hacer alegaciones sobre sus respectivas posturas políticas. Me refiero sólo a que sus credos políticos son muy distantes. Las prioridades políticas son bastante evidentes: por un lado, la derecha tradicional en Europa; por el otro, la socialdemocracia no menos tradicional.

Procede comentar un factor menos evidente. Al obtener casi el 20% de los votos, el centrista François Bayrou quedó en tercera posición. Sin embargo, es curioso señalar que, según los sondeos, si Bayrou hubiera conseguido pasar a la segunda vuelta, aventajaría a cualquier otro candidato, tanto de derecha como de izquierda. Dicho en otros términos, es una figura de compromiso (medianía dorada) que conviene a la mayoría de los franceses. No sé qué clase de Presidente sería Bayrou, pero es obvio que desde el principio mismo su postura política fue más atractiva que las posturas de Sarkozy y Royal. Los dos líderes de la carrera presidencial escinden el país en dos bandos, derechas e izquierdas, mientras que Bayrou une a la nación.

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En efecto, ya es hora de comprender que el sistema electoral aprobado por el mundo contemporáneo en modo alguno es tan democrático como parece. Si la democracia no quiere quedar anquilosada, y de hecho se propone respetar la opinión de la minoría, tendrá que analizar la experiencia de las elecciones en Francia. Conviene señalar que en el caso de Bayrou el propio término “minoría” es muy relativo, ya que el 20% obtenido por el centrista significa respaldo de una parte considerable de los franceses. Entretanto, la verdadera misión de la democracia no consiste en determinar al ganador de la carrera presidencial, sino en elegir al líder más admisible para el país.

El actual sistema electoral no resuelve este problema. No es una votación simple basada en la votación de ranking, sino “un duelo de colosos”, cuyo resultado será un cúmulo de escombros políticos en el campo de batalla, con vencedores y vencidos. Y, generalmente, los primeros están convencidos de que en un futuro inmediato manejarán a su antojo el Estado; mientras los segundos rechazan a priori el nuevo rumbo y desenvainan de inmediato las espadas para las batallas venideras.