Cuba no tiene otro camino

La situación de la sociedad cubana se complica aceleradamente al conjuro de la acumulación de problemas internos, tras veinte años de Período Especial, agravados ahora por los tres huracanes de 2008 y las influencias nocivas de la crisis económica mundial. Los datos conocidos del comportamiento de la economía el pasado año son alarmantes, en particular el descenso pronunciado del nivel de vida de la población y especialmente del salario real. De este proceso se puede extrapolar, la profundización de la crisis en 2009 con el empeoramiento radical de la vida de los cubanos.

Sin embargo, el gobierno no toma las medidas necesarias con urgencia, y los cambios estructurales y de conceptos siguen sin concretarse; las fuerzas productivas continúan maniatadas, mientras los problemas internos crecen. En los últimos tiempos, las autoridades sólo han realizado una apertura hacia el exterior, procurando nuevas relaciones que lo legitimen, a la vez que disminuya el grado de dependencia respecto a los peligros que comporta la estrecha relación con Venezuela y la sujeción a un país que depende de una materia prima, el petróleo, que aceleradamente pierde valor en los mercados internacionales.

La búsqueda de nuevos socios podría considerarse lógica, pero más importante sería establecer el diálogo con el pueblo, al que se priva de expresar sus criterios. El rápido empeoramiento del entorno nacional no se solucionará mediante factores externos, máxime si se tiene en cuenta que los países en las actuales circunstancias de crisis internacional, tendrán que volcarse a resolver sus propios problemas, en especial naciones como Rusia, Angola y Argelia, que al igual que Venezuela dependen grandemente de la exportación de petróleo y gas.

Por tanto, tiene crucial importancia el documento Diálogo Nacional, dirigido a todo el pueblo cubano, incluidos los compatriotas residentes en el exterior, para procurar un consenso en el marco de un civilizado intercambio de opiniones, que tenga como culminación en su primera etapa la creación de una Constituyente, que siente democráticamente las bases para el ulterior desarrollo de la sociedad.

La situación nacional es tan grave que se necesitan medidas urgentes que atenúen los problemas actuales. Se requiere un atmosfera política distendida que permita el intercambio de opiniones, y en lo económico el comienzo de la liberación de las fuerzas productivas mediante la entrega masiva de tierras ociosas en condición de propiedad, con facilidades de pago. Asimismo, se deberá permitir el trabajo por cuenta propia con entera liberad y condiciones propicias para su desarrollo, para lo cual deberá favorecerse un mercado mayorista para adquirir los insumos de forma legal.

Paralelamente se debería autorizar la creación de Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES), a fin de que los ciudadanos emprendedores puedan desarrollar su creatividad, generar riquezas en beneficio propio y del país, crear empleos productivos y coadyuvar a la flexibilización de la economía en su conjunto, para lograr mayor independencia nacional.

Del Dialogo Nacional podrían surgir nuevas ideas y propuestas, tanto proveniente de los actuales activistas por la democracia como de los militantes del Partido Comunista y otros factores sociales. Esto crearía una base sólida y un clima de confianza para un proceso que podría culminar en una nueva Constitución, favorecida por las ricas experiencias históricas de Cuba, especialmente las derivadas de la Constitución de 1940. El proceso tendría en cuenta –además- nuestras tradiciones, aspiraciones de independencia nacional, soberanía y autodeterminación. 

También habría que priorizar el derecho de los ciudadanos a la Educación y la Salud gratuitas, así como a la Justicia Social y una legislación progresista, respetuosa de los Derechos Humanos universalmente reconocidos,   que propicie sindicatos libres de la tutela oficial, conforme a los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Las discusiones deben tener por objetivo liberarse de los dogmas obsoletos e históricamente fracasados, ya sean los proclamados hasta el presente como preponderancia del estado como único elemento de desarrollo, como los que ven en el mercado un mecanismo único y todopoderoso que automáticamente, sin regulación alguna, guíe la sociedad. La solución debe buscarse en la conjunción de los factores de control público y la utilización del mercado, la propiedad privada y la competencia, pero con regulaciones que impidan que las ambiciones extremas dañen a los sectores sociales más débiles y favorezcan polos de riqueza y pobreza que casi siempre conducen a convulsiones económicas y sociales.   

 

 La propiedad privada y la pública, si se manejan correctamente no son antagónicas como han demostrado países como: Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda Finlandia y otros europeos, que partiendo de situaciones concretas las han combinado con resultados positivos para el desarrollo de sus sociedades.

Cuando la situación nacional empeora seriamente, Cuba no tiene otro camino que la reconciliación y la búsqueda mancomunada y sin exclusiones de un programa integral para salir de la crisis. No comprenderlo, podría conducir a la nación a una catástrofe de consecuencias incalculables.

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