El ‘Españicidio’

¿Qué actitud es más peligrosa, el tremendismo apocalíptico, o el relativismo suicida e irresponsable del inquilino monclovita, dispuesto a pasarse por su perplejo entrecejo circunflejo la sentencia estatutaria del Tribunal Constitucional?

Manda cojons que ahora abanderen la insólita campaña de desobediencia los dos mendas lerendas (Zapatero y Montilla), conversos ambos al nacionalismo por razones de poltrona, que por desgracia para quienes estamos barajando la hipótesis del auto-exilio todavía mandan en lo que queda de España y en la Cataluña supuestamente cabreada como una mona ofendida.

«La guerra civil está por llegar», dan por hecho los unos. «No pasa nada, será un orzuelo», arguyen los otros, sin querer reconocer que España lleva el ojo en la mano. Entre todos la mataron y ella sola se murió.

«Desconozco al padre de la madre patria», ha confesado, sin sentido alguno de orfandad, el Kojak de Unió, Josep Antoni Duran i Lleida. Quizás por eso, así nos va si ni siquiera conoce a su “padre político” un señor que hoy por hoy es el único diputado con posibilidades de reemplazar a Zapatero en la Presidencia del Gobierno ante una hipotética, aunque improbable por surrealista, moción de censura.

Ya puestos a entrar en el juego de los disparates, si la soberanía nacional reside (al menos de momento, hasta que acabemos de joderla del todo) en el pueblo español, por qué en lugar de celebrar un referéndum de autodeterminación en la comunidad autónoma catalana, no se convoca una consulta a nivel nacional y se le pregunta a todos los españoles si quieren que la región catalana siga formando parte de España.

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O todavía mejor que el dislate anterior, este otro: ¿Por qué no se le pregunta a todo quisqui si quiere seguir siendo español, polaco, vaticanista, gibraltareño o andorrano? Así, nadie seria lo que no quiere ser, ni se retendría a nadie contra su voluntad. Nos sucedería como a los futbolistas, que dijera lo que dijese nuestro contrato, acabaríamos jugando donde quisiéramos jugar.

Quiero con esto decir que los políticos de chichi-nabo, como nuestro antepasado de Atapuerca, están jugando con fuego, en una rivalidad estúpida y descabellada por comprobar cuál de ellos suelta la tontería mayor. No se dan cuenta de que el grueso de su electorado no alcanza el mínimo coeficiente mental indispensable de un simio para activar el entendimiento y la razón. En una de estas, uno de estos días vamos a tener un disgusto, y si no, al tiempo.

Que vamos rumbo a la independencia, como da por hecho Salvador Sostres, no me cabe la menor duda. Más se perdió en Cuba. (…) Lo que debiera preocuparnos es el caos que desencadenaría el capricho de los nacionalistas, socialistas incluidos, pues el presidente pepero del califato valenciano –pongamos por caso-, se acogería a la “cláusula Camps” para pedir lo mismo. Y Rajoy, con tal de llegar a Moncloa, se haría el sueco. Y España, para entonces, se iría a la mierda definitiva e irremisiblemente.

Como el profesor Gary Armstrong, pienso que los españoles no debiéramos utilizar el fútbol para tratar de resolver un problema que no tiene nada que ver con el fútbol. Pero ya me dirá usted qué hacemos, pues mucho me temo que llegados a este punto de no retorno, esto sólo se arregla, o bien a hostia limpia, o al estilo Casillas, o sea, dándonos el pico. No me cabe ninguna duda de que si los españoles nos besáramos más (catalanes, vascos y gallegos incluidos), nos iría mucho mejor. A Carod Rovira lo va a besar el ruc como no se afeite el bigote.