Estremecimiento

Me llegó un correo de Chihuahua que me ha dejado estremecido. A pesar de las noticias en los telediarios, de las imágenes repetidas, de las frías cifras, sólo nos conmueve aquellos que sentimos cercano, la destrucción de lo que vimos, la muerte de un conocido o el crimen en la calle por donde paseábamos.

Es difícil imaginar un lugar más tranquilo que la Sierra Taraumara, con su Barranca del cobre, sus hoteles en medio de los bosques, su clima privilegiado, la fauna, los paisajes y sobre todo la gente.

Creel parece un pueblo alpino sólo que con indios, un lugar de veraneo en el pasado para gringos que seguían el camino del tren inaugurado por sus compatriotas y también para familias de la burguesía chihuahuense. Sin embargo, el hermoso paisaje estaba ya saturado de recuerdos de crímenes como la matanza a hachazos del lago de Arareco o la “ejecución” masiva en el propio Creel, en la puerta de su local social, donde ahora se levanta el monumento a los jóvenes asesinados por los narcos. La tranquilidad se veía rota también, como en todo el Norte, por la presencia de soldados y policías federales, destinados a dar tranquilidad pero que crean cierta inquietud con sus convoyes armados patrullando el territorio asolado, casi como las tropas internacionales en Afganistán.

Pese al esfuerzo la escalada continúa y Creel que es todo un pueblo con más de diez hoteles, vacíos claro está, fue asaltado como en las guerras por 17 vehículos llenos de gente armada.

Es notorio que la soberanía y la responsabilidad de solucionar lo que ocurre corresponde a la República de México, pero algo nos toca a los países consumidores y especialmente a Estados Unidos, con nuestra impotencia para frenar un mercado que está pulverizando países enteros y arruinando las esperanzas de naciones que nos son muy queridas. Alguien dijo que no nos podíamos permitir que se perdiese Afganistán, yo personalmente si puedo, lo que me niego a pensar es que estemos haciendo todo lo necesario y ayudando todo lo posible a evitar que se pierda México en manos de los cárteles que en buena medida nosotros mismos alimentamos.

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