Gurús

Lo malo de esta moda de los gurús tecnológicos es que todos los días están vaticinando cosas. Lo bueno es que la mayoría de las veces no ocurren. Porque si todas las muertes, nacimientos, jubilaciones y evoluciones que anuncian realmente se produjesen, Internet sería un lodazal impracticable lleno de snobs y caraduras. Los hay. Pero las cosas ya no son como antes. Los snobs, desde la revolución de las comunicaciones, llegan tarde a todos los saraos. Antes eran los primeros en adoptar cualquier pose naciente o subirse al carro de cualquier moda, pero ahora ya no. Felizmente. No me negarán que no hay nada más divertido que ver a un snob de toda la vida completamente frustrado por su incapacidad para manejar Facebook o para realizar búsquedas en Google. El auténtico snob desearía ser como los gurús. Y tal vez los gurús como el snob. Pero ni unos ni otros son personajes demasiado fiables. No se puede confiar en alguien cuya única preocupación en esta vida es el último grito. El último grito debería ser exactamente eso, el último grito. Pero para estos tipos siempre viene otro alarido detrás.

El papel. Todo empresario de periódicos que se precie se ha posicionado alguna vez sobre la cuestión del papel y su futuro en la era de Internet. Al menos, dos o tres veces en los últimos cinco años habrá intervenido en este debate. Con frecuencia lo habrá hecho en términos radicales. Existen dos corrientes, que recuerdan a un viejo anuncio de televisión: el papel se va a acabar, y el papel no se va a acabar. En esta batalla, lo habitual es que un mismo empresario cambie de una opinión a otra cada dos o tres meses. Sin sonrojarse. Murdoch, uno de los más importantes del mundo, lo ha hecho varias veces con bastante desparpajo.

Pero dejemos al margen a los empresarios. La posición de los gurús tecnológicos es siempre mucho más divertida. Búsquenlos en sus blogs y ríanse. Estos sí que se mojan. Y suelen hacerlo siempre en la misma dirección. La mayoría cree que los periódicos, las revistas y los libros de papel ya no tienen sentido tal y como los conocemos. Que desaparecerán. El problema es que visto así, nada tiene sentido tal y como lo conocemos. Ni siquiera Hacienda. Pero no creo que eso sea una razón de suficiente peso como para actuar como si ya no existiera. El papel y Hacienda existen y probablemente existirán durante muchos años. No así los gurús tecnológicos, que irán cayendo por las implacables leyes de la naturaleza. Tal vez los medios impresos cambien sus formatos o se reinvente mil veces, pero es probable que sigan haciendo sus funciones, cohabitando con lo que les toque en cada época. Al igual que Hacienda.

Lo de los gurús es un mundo aparte. Los hay mejores y peores. Cierto. Pero sus intenciones están viciadas en su propio origen: no puede salir nada bueno de un político, científico, periodista, o informático que se considera un “gurú” en su materia. Tal vez sí de un experto, o de una persona con conocimientos. Pero alguien que se considera a sí mismo un “gurú” y que permite a otros que le califiquen así, está abocado a terminar diciendo sandeces. Compruébenlo. Denle un micrófono y escuchen. Es cuestión de tiempo.

Admiro las posibilidades de la llamada “Red 2.0.” y aprovecho cuantas oportunidades me ofrece. No seré yo quien critique a los soñadores, que son los principales culpables de esta fantástica revolución tecnológica que estamos viviendo. Pero me resisto a las gansadas de los gurús. Me niego a considerarlos como algo serio.

Vídeo del día

Al menos 16 muertos en el incendio de
un centro comercial en China

 

Tengo un amigo que debe ser algo así como Presidente de la Asociación Mundial de Gurús. Nada le hace disfrutar más que el último “post” apocalíptico de algún “blogger” iluminado. Hace un rato he recibido un mensaje suyo. Me reenvía uno de sus recortes digitales. Lo leo y me mondo: “el correo electrónico ha muerto”, dice el titular. No recuerdo quien firma la bravata. Pero sí recuerdo que me llega por correo electrónico. Sé también que el gurú regaló esa grandiosa cita a un nutrido público que asistía a una conferencia sobre nuevas tecnologías, en la que recibió sonoros aplausos al final. Los habría recibido igual aunque hubiese dicho lo contrario. Es uno de esos gurús profesionales. O sea, que se dedica a “guruear”. Recordaba en su ponencia que no tiene ningún reparo en afirmar que desde la llegada de las redes sociales como Twitter o Facebook el correo electrónico ha fallecido. Y yo no me atrevo a contradecir al gurú. Así que tampoco albergo ninguna duda sobre la defunción del correo electrónico. Por eso sus declaraciones me han llegado hace un rato por correo. Por correo electrónico.

Hay muertos muy vivos. Y gurús muy fantasmas.