Izquierda huérfana

La vuelta del verano nos ha traído la noticia del nacimiento de un nuevo partido político, Unidad, Progreso y Democracia (UPD). Sus principales promotores, Savater, Rosa Díez y Carlos Martínez Gorriarán, provienen de la izquierda. Son unos desengañados que han considerado que las siglas que durante muchos años les habían representado, ya no lo hacen. Su pretensión es que los españoles de izquierda que no están conformes con la política llevada a cabo por el Gobierno actual ni con la ideología de fondo que ha impulsado el modo de actuar del partido socialista encuentren el cauce que hoy les falta.

El PSOE ha claudicado de una serie de principios irrenunciables en un partido de ámbito nacional. Los pactos con los partidos nacionalistas radicales en las comunidades donde de este modo podían llegar al poder, le han obligado a desistir de su obligación de salvaguardar la cohesión territorial, la solidaridad y la igualdad entre los españoles. En la lucha antiterrorista no es que haya hecho una apuesta arriesgada, es que ha pasado por encima de los más mínimos principios éticos, ha mentido reiteradamente a los españoles y ha estado –muy posiblemente sigue estando- dispuesto a modificar el modelo de estado hasta límites que dejarían a la Nación vacía de competencias y representatividad.

La alarma y descontento de millones de votantes socialistas es lógica. Qué no quieran votar a un partido de “derechas” como el Partido Popular, también. No podemos negar que los ciudadanos, en muchas ocasiones, sentimos prejuicios hacia determinadas formaciones políticas, por historia, tradición o cultura y nos cuesta superarlos, aunque objetivamente estén injustificados.

El PSOE ha dejado huérfanos a muchos de sus votantes y este nuevo partido viene a ofrecerles lo que piden: progresismo y democracia pero también salvaguarda de la integridad de España, rechazo a la tiranía del nacionalismo y recuperación de los instrumentos esenciales que permitan que, de verdad, los españoles sean iguales y tengan los mismos derechos y deberes vivan donde vivan.

Por eso debemos alegrarnos de esta iniciativa que viene a reforzar el constitucionalismo, que viene a ser un contrapeso al chantaje constante de los partidos nacionalistas, que viene a ofrecer a los socialistas desengañados una alternativa para no quedarse en su casa el día que hay elecciones, que viene en definitiva a cubrir el hueco que de forma tan irresponsable ha abierto este Gobierno y que ahora pretende restañar con su huera campaña de “Gobierno de España”.

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Si la llegada de UPD sirve para que los nacionalistas no sean el arbitro de la política nacional -siempre para sacar partido en su provecho y en contra del interés general- si sirve para forzar al PSOE a entenderse con el PP en los graves asuntos que la democracia española está obligada a afrontar, si sirve para canalizar las demandas de un importante sector de la izquierda que se siente abandonado, bienvenido sea UPD. Esperemos que la nube de los personalismos, los protagonismos, las luchas por el trocito de poder, el miedo de otros a que les muevan la silla, no de al traste con un proyecto que puede servir para contribuir a que de una vez por todas se ponga coto al principal problema de nuestro país, que no es otro que el riesgo real de desintegración de España como Nación.