De Madrid al suelo

Desde el año pasado tenemos la impresión de que la capital de España es a la contienda política lo que el tatami a las artes marciales: un recinto en el cual dos contrincantes se arrean, se hacen fintas, placajes, llaves y zancadillas para dar con los huesos del otro en el suelo. Nada diverso, en fin, de esta lucha en cualquier otro lugar o momento, pero aquí con unas dosis de espectacularidad, una trascendencia y una difusión comparables a las de los últimos juegos olímpicos, frente a las escaramuzas triviales de dos cinturón amarillo en una academia de barrio.

En Madrid se produjo la tángana entre populares y socialistas por las defecciones de Tamayo y Sáez cuando tocaba elegir presidente de la Comunidad. Con una comisión de por medio y nuevos comicios, Simancas acabó cayendo al suelo. También fue en Madrid donde se cometieron los más graves atentados de nuestra historia, cuyos efectos mediatos y mediáticos —los inmediatos y más importantes fueron las víctimas— tuvieron sin duda una repercusión política: Rajoy y Aznar cayeron al suelo. Y aún continúan en la comisión —ésta mucho más necesaria que la anterior— los amagos y agarrones entre los dos partidos principales.

Ahora los nuevos contendientes son Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre, ambos cinturón negro —preparados por un mismo entrenador—, pareja de hecho institucional y residentes, por supuesto, en Madrid. Lo que puede caer al suelo en este caso, más allá del uno o la otra, es esa certeza acreditada hasta el presente de un Partido Popular disciplinado, unívoco y reunido en torno a un liderazgo que se respeta. Las discordias producidas en la Comunidad Valenciana y en Galicia no dejan de ser periféricas, menos por su situación geográfica que por las pretensiones de poder, principalmente locales, que manifiestan sus protagonistas.

No sucede lo mismo en Madrid, donde resulta que está la calle Génova con su número 13 y su planta séptima, y a un cuarto de hora en coche —si es oficial, a diez minutos—, el palacio de La Moncloa. En el Congreso del PP madrileño conoceremos el desenlace de esta refriega, en principio autonómica, que por parte de algunos ya se está ribeteando de pinceladas ideológicas. En caso de ser así, que no está tan claro, una mayoría de votantes y militantes sabe bien cuál de las dos opciones defendería con mucho mayor fundamento los verdaderos principios liberales, que ambas reclaman. Si no se llega a un acuerdo final, conveniente para el partido y para su electorado, creo que se barrunta con bastante seguridad quién irá esta vez de Madrid al suelo. Aunque la talegada sea por delegación.

 
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