Matar no mataremos

Decir que el ejército español es “pacifista” es minimizar la realidad. Lo correcto sería reconocer que las Fuerzas Armadas Españolas son el concepto universal de “paz” en sí mismo. La ausencia total de guerra, que diría nuestro presidente. Son la paz, el bien, el amor, la simpatía, la comprensión y el perdón. Utilizan el diálogo como única fuerza, el sentimiento como arma, y el corazón como escudo.

Están muy confundidos los familiares de los militares caídos en las diversas misiones pacifistas en las que participa España en estos momentos. Ni valientes, ni combatientes. Nuestros muertos son muertos por la paz, que han fallecido de puro amor, al recibir el impacto de los besos y abrazos de nuestros queridos adversarios. Porque las guerras no existen, tan sólo son malentendidos y asperezas sin importancia. En el mundo tampoco hay malhechores ni tiranos, sino hombres buenos que en algún momento de sus vidas han cometido algún pequeño desliz, como tratar de gasear a los judíos, torturar a los disidentes, o asesinar a pedradas a quienes se saltan determinadas leyes medievales. Bagatelas sin más.

Chacón, al estilo de sus predecesores, debería haber continuado su discurso explicando que las ametralladoras MG3 de nuestros soldados sólo disparan enternecedores poemas de Becquer. Que nuestros hombres armados en el Líbano y en Afganistán dedican su tiempo a plantar ecológicos rosales, a contar chistes de Lepe, y a enseñar a los libaneses y afganos a tocar la guitarra española. Que nuestra única bandera es la blanca, que nuestros hombres y mujeres sólo disparan los MIM-104 Patriot en las bodas militares, y que, por supuesto, lo hacen al aire, para regocijo de los amigos del novio. La ministra tendría que haber desvelado también el secreto mejor guardado de las FAS: que los G36 lanzan bolas de pintura de colores y que gracias a ello nuestros soldados del amor se lo pasan en grande sin tener que pagar precios abusivos por jugar al “paintball” en carísimos parques de aventuras.

Carme debería haber ido aún más lejos y descubrirnos que el arco iris es en realidad una gran pasarela de golosinas y caramelos de dulces sabores, que tiene en su extremo una piruleta gigante con forma de corazón, en cuyo interior puede leerse “No War”. Que el ejército es civilizado como los animales. Que España es, para el mundo entero, territorio amigo. Que nuestro único enemigo es el calentamiento global. Que cuando el barbudo huidizo reivindica “Al Andalus” lo hace por amor: lo que sucede es que, de tanto cariño que tiene a España, quiere venirse a vivir aquí con sus fieles, a hermanarse con nosotros y con nuestra paz total.

No sé bien por qué la ministra ha silenciado muchas de estas cosas. Tal vez sea estrategia.He tratado de averiguarlo preguntándole a uno de sus asesores, el extraterrestre Yupi, y me ha remitido al departamento ideológico del ministerio, que coordina el entrañable Espinete. Éste se ha disculpado explicándome que ahora está muy ocupado escribiéndole discursos a Bibiana, pero me ha pedido que contacte con Snoopy, asesor personal del presidente, que atenderá mejor mis preguntas. Snoopy, que es más pedante que el puño del bastón de Gala, me ha recomendado que hable con Caperucita, ya que él no dispone de tiempo libre desde que trabaja para “Alberto”. No sé quién es “Alberto” pero me temo que su apellido rima con Madrid o con Alcorcón. Con Caperucita, por fin, he logrado “dialogar”, como dice ella.

- El cuento no es así –me ha explicado sin que yo le hubiera preguntado por su cuento-: todo es una manipulación, un montaje de Bush para poder matar a los lobos impunemente.

- Caperucita, ¿podrías explicarme qué significa “impunemente”? – he preguntado con maldad a la jovencísima ideóloga de Defensa.

- Ni idea. – ha confesado sin rubor.

Al instante se ha largado canturreando la BSO de los “Osos Amorosos”, y me ha dejado como estaba. Da igual. España ya no engaña a nadie. Ahora los piratas y malvados de todo el mundo por fin pueden entender por qué somos el único país que paga una “recompensa” a unos asaltantes y luego no los persigue. Es fácil: porque somos pacifistas. Tanto es así que ya se baraja un nuevo lema para las FAS: “Matar no mataremos pero ¡qué desfiles hacemos!”.

 

Si después no nos toman en serio, que nadie se queje.

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