El Ministro de la Duda

Hay un ministro -en este terruño nuestro de países y galimatías estatutarios- que no se aclara. Como un niño pequeño que va por vez primera a pescar, pretende echar el anzuelo a fondo y con boya: lo quiere todo. A él, según dice, producto y mezcolanza de cuarteles, pueblo y sacristías, le sale la vena “cabaretera” allá donde huele un micrófono o una cámara y claro, se va labrando hoyos como cráteres de morteros, en los que él solito se mete y se tapa con paladas colmadas de tierra de la Mancha. ¿Quién le manda salir con la que está cayendo?. En esta piel de cordero de Osborne en que —dicen- va a quedar el suelo patrio tras centrifugarlo, hay un ministro igual que el perro de San Roque: no tiene rabo. Y no tiene porque el mismo no se lo deja crecer, empeñado en autolesionarse, cada vez que informa y desinforma de su posición en el campo de batalla. Hay un ministro que sabe montar en fragata con soltura, y desenterrar aviones derribados. Todo un arte sin duda. Mientras tanto tiene loco al radar de tierra, al misacantano de la Catedral de Toledo, y a los redactores de la Voz de las Hurdes, y a todo el mar en marejada tirando a marejadilla. Él se cae bien en privado, pero la gloria le confunde: igual se convierte en el Gran Capitán y se pasa por la piedra a los enemigos de la patria, que igual agarra su ramita de olivo con el pico y remonta el vuelo al grito de la paz y la concordia. Entonces nos recuerda que no somos soldados, sino muñecas vestiditas con pololo pardo y ocre. Querido Diario: Estoy enamorado de Scylla y de Caribdis, me paso el día yendo y viniendo a través del abismo... Antes, los militares de este país eran un personal aguerrido. Y a uno le podían gustar o no, pero sabía a qué atenerse. Al señor Ministro de la Duda no le faltan arrestos ni poesía para su tarea, pero tal vez no tenga decidido cómo quiere ser recordado por la historia: de día se sorprende en los espejos poniendo los ojitos entornados y cantando canciones infantiles a las tropas. A la noche, se adormece avanzando por la jungla, un machete en la boca y cuerpo a tierra. Su nombre en clave es serpiente. Un dilema: ¿ardor guerrero o empresa temporal de camareros?. Él sabrá cómo aparejar la caña.

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