Morir en Tanzania
Hay comportamientos que delatan la capacidad del alma humana. Una sola decisión puede romper las previsiones biográficas acuñadas durante años. Pienso ahora en María José Illanes, Óscar Contreras y Javier Felices, los tres cooperantes sevillanos que se toparon con la muerte en una carretera de Tanzania. Ninguno de los tres cumplirá los 30 saliendo de copas por la calle Sierpes.
Trabajaban para la ONG Ingeniería sin Fronteras. Sin pretenderlo han construido un puente hacia los que nos aferramos al cemento armado del inmovilismo. Cambiaron los Palmerales del Guadalquivir por la Selva Virgen de Tanzania con el fin de instalar canalizaciones de agua potable. Ellos fueron capaces de escoger, y su muerte adquiere el valor de los que no están dispuestos a que la comodidad se convierta en la única metáfora de la felicidad que comprendemos.
Aspiramos a la ausencia del dolor, a la seguridad, a la satisfacción de nuestras necesidades físicas, afectivas y económicas. Y si no lo conseguimos nos sentimos aburridos. José Antonio Marina afirma que el aburrimiento es el sentimiento de los satisfechos, la emoción del hartazgo. Nos parece como si la otra mitad de nuestros deseos hubiera quedado insatisfecha. A la hora de la verdad necesitamos ampliar nuestras posibilidades, sentirnos eficaces, enfrentarnos con grandes metas. En una palabra: superarnos.
Tanzania a llevado a María José, a Javier y a Óscar a la superación. Su obra de ingeniería ya es imperecedera. Nunca sufrirán la nostalgia de lo que pudieron hacer y no hicieron. Por este motivo su marcha se convierte en aliciente para seguir abriendo otros caminos. Todos hacemos ingeniería de una forma ú otra. Todos tenemos que resolver los pequeños y grandes problemas orográficos del día. Mientras seamos capaces de decidir tenderemos puentes y construiremos acueductos. Tanzania está a nuestro lado. Ellos iniciaron el trazado. De nosotros depende terminarlo.
Quizás estas palabras sirvan para negar que todo está hecho, muerto y enterrado. Gracias, amigos ingenieros.