Paz, ¿sólo paz?

El anuncio de la banda terrorista ETA de declarar un “alto el fuego permanente”, que empezó a ser una realidad el pasado viernes, ha traído consigo un ambiente, donde la euforia, el alivio y la esperanza han sido las notas más características, aunque también ha habido algunas dosis de escepticismo y, por supuesto, de prudencia.   Es lógico que tras el daño que ha causado ETA, un anuncio de tregua por parte de la banda terrorista cause esa sensación de alivio, sobre todo en las personas y colectivos que se sentían especialmente amenazados. Es lógico que todas las personas que en el País Vasco han tenido que vivir con escolta, hayan reaccionado con alivio y esperanza. Todo eso es humanamente comprensible y constituye un elemento más para pensar lo duro que supone vivir sin libertad.   Pero, una vez constatado ese primer efecto del “alto el fuego permanente” de ETA, y dando un paso más, uno se puede preguntar: ¿Qué persigue la banda terrorista con este “alto el fuego”?; ¿está ETA dispuesta a disolverse, entregar las armas y que, como mucho, se estudie caso por caso la situación de sus presos?. Más preguntas que se pueden plantear: ¿qué pretende hacer en esta situación el lehendakari Ibarretxe y, en general, todo el nacionalismo vasco?   Desgraciadamente, la contestación a las anteriores interrogantes apuntan en la misma dirección: ni ETA ni el nacionalismo se van a conformar con lo que se podría denominar un final de la violencia, del asesinato, de la extorsión. Ambos ETA y el nacionalismo, van a querer sacar tajada de este “proceso”, y esa tajada tiene un nombre: derecho de autodeterminación, derecho a decidir o como se le quiere denominar.   ETA lo deja muy claro en su comunicado del pasado día 22: “el objetivo de esta decisión –se refiere al ‘alto el fuego permanente’ es impulsar un proceso democrático en Euskal Herria para construir un nuevo marco en el que sean reconocidos los derechos que como Pueblo nos corresponde….Al final de este proceso los ciudadanos vascos deben tener la palabra y la decisión sobre su futuro”.   En cuanto al lehendakari Ibarretxe, baste recordar su primera reacción tras el comunicado de ETA: anunció la convocatoria de la mesa de partidos, donde se llegaría a un Acuerdo de Normalización Política –un Plan Ibarretxe-bis con el derecho a decidir como pieza clave- que posteriormente sería sometido a referéndum. Es decir, ETA y los nacionalistas van a querer aprovechar este viaje para cobrarse un clarísimo precio político por la paz.   Y es en este punto donde tanto el Presidente del Gobierno, el PSOE, el líder de la oposición y el PP deben de plantarse y decir claramente que no: que la paz no tiene ningún precio político; que a ETA no hay que agradecerle nada y mucho menos darle algo porque deje de matar. Hay que tener muy claro que si al final de este proceso, los terroristas o el nacionalismo se cobrasen algún tipo de precio, eso sería prostituir la democracia, y supondría una traición a todas aquellas personas, 817, que han sido asesinadas por ETA en sus cuarenta años de macabra existencia.   La responsabilidad principal para que no se pague ningún precio político recae, lógicamente, en el Presidente Zapatero. Llegará un momento, más pronto que tarde, en que tendrá que decir que no a las contrapartidas políticas que le van a pedir tanto ETA como el PNV. ¿Lo hará? Hay que confiar que sí, aunque el precedente de cómo ha cedido con el Estatuto de Cataluña no invite a ser optimista.   El Presidente del Gobierno sabe que los españoles, de forma mayoritaria, no quieren que se negocie con ETA; no quieren que se les de nada a cambio de su disolución y de la entrega de las armas. En esa tarea de mantener íntegra la dignidad y la fortaleza del Estado de Derecho, Zapatero va a contar con el apoyo del principal partido de la oposición. Entre el PSOE y el PP representan la voluntad de cerca del 85% de los españoles.   Si la sociedad española, sus Instituciones, las víctimas del terrorismo, los Cuerpos de Seguridad del Estado han sido claves y determinantes para llegar hasta donde hemos llegado, no sería comprensible que en el tramo final de ese recorrido, ETA se saliera con la suya. Nadie lo entendería y, menos que nadie, los que dieron su vida por defender la libertad y la democracia en el País Vasco y en el resto de España.

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