¿Realismo partidista?

María del Carmen Concepción, miembro del secretariado del comité central del Partido Comunista de Cuba, expresó recientemente que “o resolvemos los problemas o autodestruimos la revolución”, al señalar que no se pueden repetir los errores en la economía, cuando resumió una asamblea del PCC en la provincia Habana, a comienzos de junio.

Esas declaraciones de tan alta figura partidista revelan la grave situación del país, tantas veces alertada por la disidencia cubana. Un escenario ahora agravado por una compleja coyuntura económica internacional, en momentos cuando Cuba está desprovista de condiciones y recursos para enfrentarla.

El notable incremento de los precios de los alimentos a nivel global, representa hoy un serio problema porque la agricultura cubana es incapaz de abastecer el mercado interno. Por el contrario, se incrementa la dependencia de las importaciones para cubrir el 84,0% de las necesidades locales. Como resultado, se estima que durante 2008 la factura de los alimentos podría crecer entre 600 y1000 millones de dólares para comprar igual o menor monto de las provisiones adquiridas en 2007. También debido al continuado aumento de los precios de los combustibles, habrá importantes pagos adicionales durante el presente año, a pesar de los vínculos con Venezuela. Fenómenos, que incidirán negativamente en la ya muy frágil capacidad de compra externa cubana.

Estos adversos factores han obligado al gobierno a revisar los planes del año, con reducciones sustanciales en el programa de inversiones, que ya indicaba atrasos considerables en algunos aspectos como la construcción de viviendas, solo cumplida al 37,0% al cierre de mayo. La negativa incidencia de factores internacionales no sólo afecta planes vitales para la economía, sino también daña adicionalmente el menguado nivel de vida de la población con alzas en los precios de los artículos de alto consumo como el aceite comestible y la leche fluida y en polvo, adquiridos en las tiendas de moneda convertible, así como los vendidos en los mercados agropecuarios, como frijoles, arroz, viandas y vegetales.

Hay que recordar que la población cubana no tiene margen para resistir esos efectos negativos, por los salarios que no sobrepasan el equivalente de 20 dólares o pensiones medias cercanas a 10 dólares como promedio mensual. Un escenario, que pudiera complicarse aún más sí las autoridades no se apuran en tomar medidas para enfrentar la tempestad económica.  

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Es paradójico que con estas acechanzas más de la mitad de las tierras cultivables continúen baldías o extraordinariamente subutilizadas. Muchos pensaron que después del discurso del General Raúl Castro el 26 de julio de 2007 y su posterior discusión entre la población, comenzaría una etapa de transformaciones radicales en la agricultura. No obstante, nada sucede y, a pesar de las promesas de cambios formuladas por el actual Presidente y algunos altos dirigentes, todo queda en la retórica, como si una mano poderosa impidiera la reforma de las anquilosadas estructuras agrarias.

Los temores de la Sra. Concepción son reales. La crisis se profundiza y afecta todos los aspectos de la sociedad. Ahora, con los factores externos mencionados, la situación se complica, y es más evidente que con la mera exhortación a trabajar, los problemas no se resolverán, si al mismo tiempo no son establecidas las condiciones para promover la creatividad y el espíritu emprendedor. Reiterados estudios realizados por el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas han demostrado que el trabajo no se encuentra entre las prioridades de la juventud cubana. Esto se debe a que las nueva generaciones, aunque relativamente bien preparadas, rechazan las opciones laborales por considerar que no les aseguran las posibilidades mínimas de vida.

Por ello, constituye un absurdo insistir en las críticas a los cientos de miles de jóvenes que rehúsan los empleos ofrecidos por el estado. Asimismo, se habla de la baja productividad de las personas vinculadas laboralmente, como si los cubanos no fueran personas trabajadoras, cuando las condiciones laborales ofrecidas son pésimas y, como ha reconocido el General Raúl Castro, la retribución salarial es insuficiente para vivir.

La solución al problema cubano únicamente podrá encontrarse con la radical transformación de un sistema disfuncional, que nada tiene que ver con ideas sociales progresistas, sino con una mentalidad burocrática sólo atenta a preservar el poder absoluto a toda costa y a todo costo.

Cuba tiene todas las condiciones para progresar y convertirse en un ejemplo de avance social, si se liberaran las fuerzas productivas y se avanzara en el respeto irrestricto de los derechos humanos, en primer lugar mediante la excarcelación de los cientos de prisioneros políticos pacíficos, internados cárceles infrahumanas sólo por luchar por objetivos justos.

Es necesario comprenderlo antes de que los problemas alcancen tal magnitud que las consecuencias sean muy lamentables. Hoy, hasta en sectores donde hubo ciertos avances, como la educación y la salud pública, está presente un proceso involutivo, y se pierden paulatinamente los progresos logrados y los esfuerzos realizados durante tantos años.   Realidad tan evidente que hasta altas personalidades oficiales lo han tenido que reconocer de forma pública, alarmadas por el desastre.

Sin embargo, no se trata únicamente de avizorar los peligros, sino de actuar urgentemente para evitar males mayores; son buenas las alertas sobre las crecientes amenazas, pero sería más útil la toma de medidas concretas para enfrentar los inminentes peligros.