Regalos y derechos

Hasta los más cerrados defensores de las ocurrencias gubernamentales reconocen que la oferta del cheque regalo de 400 euros ha sido un traspiés imperdonable.

La política fiscal, en su doble vertiente, recaudatoria y presupuestaria es el armazón de cualquier política económica. La norma debe regir cualquier actuación en esta materia, y el cheque regalo adolece de anomia, de saltarse a la torera los difíciles equilibrios de una política fiscal que debe ser, en todo momento reglada y coherente.

El Gobierno acaba de estrenar unos Presupuestos Generales del Estado, aprobados, no sin sustos, hace apenas mes y medio. El Gobierno, si no tratara de improvisar y salir al paso de otras ofertas fiscales, tuvo en su mano, si esa era su voluntad y no un pronto sobrevenido, deflactar la tarifa del Impuesto sobre la Renta, que es una práctica legal, ecuánime y neutral. Y no lo hizo. Pudo también fijar una tabla de retenciones que desahogara el gasto familiar, con efecto inmediato en el mes de enero. Y tampoco lo hizo. Eran ambas respuestas técnicas inobjetables en cuanto a su oportunidad y pertinencia para la situación que se dice querer afrontar.

Lo del cheque-regalo es, sobre todo, un trampantojo que engaña la vista de los contribuyentes, porque, en sí mismo, está lleno de salvedades y discriminaciones que, en su momento, defraudarán las expectativas de muchos. Pero, entonces, ya estará el Gobierno instalado en su alto sitial y no le llegarán las voces ni los ecos.     

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