República, periodismo y literatura

Las fronteras entre periodismo y literatura se diluyen en los géneros denominados “de opinión”, en los que la subjetividad del autor se proyecta —en mayor o menor grado, dependiendo del género adoptado-- sobre la realidad observada para atravesarla, analizarla, condensarla y transmitir sobre ella un juicio que busca producir un efecto en el lector, inducir en él un determinado estado de opinión. Pero también dichas fronteras entre periodismo y literatura son borrosas en el caso de otros géneros más “objetivos” como el reportaje y la crónica, que se impregnan de técnicas narrativas propias de la novela para generar eso que los americanos han llamado “nuevo periodismo”. Hablar de “periodismo literario” podría parecer una contradicción en términos, como señalan quienes defienden que la clásica separación entre hechos y opiniones se extiende también a los géneros. Pero, como se puede comprobar desde hace décadas en las páginas de la prensa, la existencia del periodismo literario es algo incuestionable. Muchos de los grandes escritores e intelectuales españoles de los dos últimos siglos se han sentido atraídos por la ventana de exposición y notoriedad que representa la prensa y han escrito desde sus páginas sobre temas de actualidad. En el momento presente, la presencia de periodistas como Luis María Anson y Juan Luis Cebrián en la Real Academia Española de la Lengua significa, de alguna manera, que la polémica está parcialmente superada. Este es el planteamiento del que parte Javier Gutiérrez Palacio en su apasionante obra “República, periodismo y literatura”, presentada esta semana en la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid y con la que la APM enriquece su colección de libros sobre temas relacionados con la profesión. Javier Gutiérrez Palacio, director del Centro Universitario Villanueva y autor de numerosos libros y trabajos sobre periodismo literario en el siglo XX, ha buceado en la prensa del periodo más convulso de nuestra historia reciente, el quinquenio de la II República , y de los más de seis mil artículos, crónicas y ensayos leídos, ha extraído los mejores y más significativos ejemplos de periodismo literario y los ha compilado en una antología recomendable para todo aquel que quiera entender cómo veían la realidad del momento novelistas, ensayistas, dramaturgos, poetas e intelectuales, todos ellos movidos por un común objetivo, más o menos implícito, de influir en los estados de opinión sobre la evolución política del país. Fue un periodo de gran agitación intelectual. Desde el advenimiento de la República , explica Gutiérrez Palacio, “todos los autores, profesores, escritores y periodistas, intelectuales en general, se implican en la batalla político-cultural, y la prensa (periódicos y revistas) es el vehículo natural para la transmisión”. Fue, además, el único periodo de nuestra historia reciente en el que tres generaciones de escritores coinciden en las páginas de los periódicos para trasladar su visión sobre la realidad que viven: la generación del 98, la del 14 y la del 27. De estas coincidencias generacionales y de la variedad de diarios y revistas en las que colaboraron los 68 autores reflejados en la obra de Gutiérrez Palacios, se da cuenta en el estudio preliminar que hace de pórtico a la antología de textos, que se extiende sobre cerca de mil páginas, todas ellas de interés. El estudio preliminar incluye también una cronología de acontecimientos políticos inspiradores de los textos seleccionados, de manera que el lector inquieto puede contextualizar cada artículo, crónica o ensayo en el marco de las circunstancias sociales y políticas de cada momento. La tentación de leer en tiempo presente lo que fue escrito hace setenta años surge de inmediato, sobre todo si se comete la imprudencia de comparar situaciones actuales con acontecimientos de aquella época. El autor es consciente de este riesgo evidente y se parapeta tras una cita del portugués António Lobo Antunes para advertirnos: “Cuando el pasado se pierde de vista brota, de no se sabe dónde, una voz, un olor o una imagen que señalan un lugar. Es un recuerdo que acompaña siempre a cada persona y del cual emana parte de la esencia de lo que se ha llegado a ser. Y que se anhela recuperar. Pero en el momento de visitarlo de nuevo se constata que nada es lo mismo. Entonces se hacen más fuertes aquellas evocaciones invisibles y secretas”.

 
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