Rossy de Palma triunfa en París a nivel popular con una opereta que la prensa francesa califica de vulgar y simplona

Rossy de Palma es noticia estos días en París por su intervención en la opereta “Chanteur de Mexico” de Francis Lopez en el Teatro Châtelet, acompañando al tenor Ismael Jordi, y dirigidos por Emilio Sagi, antiguo director del Teatro Real de Madrid.   Se trata de la reposición de la obra que se impuso en la agenda cultural de 1951 con el cantante Luis Mariano como figura principal. De él decía entonces Jean-François Revel: “es insignificante. Ni odioso ni histérico. Es minúsculo en la vulgaridad, imperceptible en la estupidez... Es difícil, después de todo, ser alguien lo suficientemente nulo para gustar a unos sin irritar a los otros”. Pero el espectáculo fue un éxito rotundo, el público acudió en masa a verlo, y se llevaron acabo más de 900 representaciones.   Hoy, medio siglo después, las críticias tampoco son más suaves. Libération ha decidido titular el “Chantaje de Méjico”, en lugar del “Cantante de Méjico”. Habla de diálogos patéticos, de música convencional, de una opereta a la imagen de cierta Francia simplona y autosatisfecha.   El Nouvel Observateur dice que es el mejor homenaje que se podía hacer al único gusto indiscutiblemente democrático: el mal gusto.   Pero si lo que pretende la nueva dirección del Châtelet es dejar de rivalizar con la Opera de París y ajustarse a la fibra más popular de los espectáculos, parece que lo ha conseguido, pues el público, que es finalmente lo que más importa, disfruta de lo lindo y acaba dejándose llevar cantando a coro con los artistas “México, Mexiiiiiicoooooo....”

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