Sindicatos amaestrados

Manuel Benítez el Cordobés, felipista hasta la bola del estoque, fue el español más célebre de los años 60. Su heterodoxo “salto de la rana” llenó plazas y le abrió, a hombros, la puerta grande de El Pardo como si fuese la Monumental de Las Ventas, donde toreó expresamente para Franco en un albero portátil montado al efecto, adornado con el mantón de manila de doña Concha Piquer y el inconfundible caracolillo en la frente de doña Carmen Polo. Pronto tuvo el “privilegio” de incorporarse al selecto séquito de compañeros de cacerías del Generalísimo.

Hoy, consciente de los réditos políticos que el Régimen sacó a su popularidad y a sus corridas a domicilio, recuerda alguna de las chusqueras argucias de Su Excelencia para contrarrestar al rojerío pro huelguista y a los holgazanes cabronazos de la Complutense que le habían perdido el miedo a Los Grises: «Cuando se preparaba una manifestación, montábamos una corrida televisada».

Medio siglo después de aquella España sórdida pero anestesiada por las toscas maniobras propagandísticas del Caudillo, el mundo parece haberse vuelto del revés, como el calcetín agujereado de un homeless del Bronx.

Ahora resulta que cuando el pueblo amaga, a lo Rocky Balboa, con la posibilidad de salir a la calle a montarle una escandalera a Zetapé por su calamitosa gestión económica, no son los toreros sino los sindicatos los que salen al quite del presidente circunflexo. Y no son los obreros de fiambrera y pañuelo a nudos, tal cual El Tío de la Vara, los que velan armas contra el atraco de la subida del IVA, sino los empresarios, mayormente aquellos que tienen por costumbre facturar sin IVA.

Arrobado –es un suponer- por la adusta figura ecuestre del General, Luis Miguel Dominguín llegó a confesarse más franquista que Franco. Ahora, algunos insignes líderes sindicales y cientos de miles de sindicalistas liberados, sin distintos entre los Ugeteros y los de Comisiones, comisionados todos, parecen más zapateristas que Zapatero.

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Se entiende lo que está pasando cuando al influyente secretario general de UGT se le ha puesto cara de ministro caribeño; y al camarada de CCOO, rostro de patricio romano. Para estar así, que se besen, pero que no nos sigan tomando el pelo, ni la cartera, porque si va a ser esa la ayuda que están dispuestos a prestarnos, mejor que nos dejen tranquilos, que estoloarreglamosnosotros.com.