Sonrían cuando se vayan a fosilizar

Seré optimista. 2009 ha sido un terremoto. Una bomba atómica. Probablemente, el fin del mundo. España ha quedado como un páramo. Un desierto monótono y ruin. Eso sí, plagado de escorpiones. Miren hacia dónde quieran: de la arena política al albero, pasando por la economía, los medios de comunicación o la justicia. Todo hecho un desastre, un cisco, un caos. Sin rumbo que recorrer, sin patrón, sin marineros. Como una olla a presión a punto de estallar. Pero sin estallar. Como una hoguera de leña que nunca se consume. España, escombros. Su gente, espectros. Sus políticos... bueno, en realidad a sus políticos no les ha ido tan mal.

Por eso hoy he querido traerles este mensaje alegre, esperanzador y positivo: Váyanse. Huyan. Ustedes, que se atreven a volar, todavía pueden claudicar y desaparecer. Miren hacia otras fronteras. Tal vez encuentren un poquito de orgullo nacional, un puntito de valentía en sus gobernantes, una pizca, nada, un no sé qué de todo aquello que nos falta. Este país no da más de sí. Han de caer veinticinco plagas y morir quince generaciones para que pueda resurgir la esperanza. Pero aún entonces, algún majadero decidirá desenterrar viejos fantasmas de nuestra historia y blandir al aire cráneos y esquelas de otro siglo con cualquier pretexto aseado y perfumado. Y de la ceniza del recuerdo envenenado y manipulado, volverán a brotar las llamas. Y arderemos, claro. Arderemos a ambos lados de la línea de nuevo. Como ayer, como siempre. A volar las llamas, los rencores, los odios. Si nada hemos aprendido en este tiempo, nada aprenderemos mañana.

Me apasiona la idea de señalarles un nuevo sol en estas pocas líneas. No pierdan el tiempo intentando salvar este país de canallas, de cobardes, de mentirosos, de ladrones, de miserables. Ignoren cualquier sentimiento de compasión hacia esta oscura sociedad tan egoísta y tan anestesiada. España. Un país que contempla con indiferencia a millones de parados deambulando por sus calles, que acepta mansamente la imposición de la injusticia o la legalización del asesinato, que sonríe cómplice ante la corrupción de los ayuntamientos, el trapicheo de los partidos políticos, y la desvergüenza de la mayoría de los parlamentarios que dicen representar al pueblo, no merece perdón, ni disculpa alguna. Es sólo una sociedad de buitres, a los que sólo les preocupa salvar los muebles de la presente generación -los suyos- y que los vengan detrás se busquen la vida. Si es que la encuentran. Y, lo que es más difícil, si es que realmente viene alguien detrás.

Presiento que les invade la paz, que van avistando un futuro mejor, y no vean cómo me alegra que sea gracias a mis letras de hoy. Si deciden quedarse en este circo, resígnense. Olvídense de los héroes que tantas veces han salvado a este país: los silenciarán, los ahorcarán. No crean tampoco en las posibilidades del movimiento ciudadano. En el siglo que corre, esas causas requieren un cierto respaldo mediático. Y aquí no existe. Desde siempre, la obsesión de todos los poderes ha sido el dominio de los medios de comunicación. Nunca lo han perdido del todo, pero nunca lo han ganado tanto como hoy. La ley de lo políticamente correcto, la imposición del pensamiento único, y el abrazo mortal con el que los poderes han lanzado sus zarpas sobre los jueces y sobre las televisiones, ha desembocado en un panorama social y mediático previsible y aburrido. Con el espacio público reservado sólo a los hipnotizadores, a los enemigos de la libertad. Es hora de reconocerlo: los enemigos de la libertad son mayoría parlamentaria, mayoría mediática y también mayoría social. Cuando un país está en llamas, sólo la libertad -de pensamiento, de expresión, de voto- puede dejar abierta la puerta de la salvación. Pero no es nuestro caso.

No sé, les noto como abatidos. ¿Se encuentran bien? Aún queda mucho invierno mediático por sufrir, mucho terror por contemplar, mucha injusticia que acatar, mucha ignorancia con la que tropezar, y mucho zoquete, ególatra, liberticida e irresponsable con ganas de alcanzar el poder. Así que ánimo. Sobrepónganse. Diviértanse. No decaigan. Alegren esa cara. Disfruten del curso de la historia de España ¡Y sonrían, hombre, que vamos a morir! Y llegado el momento, tengan presente aquel brillante consejo de Siniestro Total: "Sonríe cuando te vayas a fosilizar / que no piensen luego que lo has pasado mal / procura extinguirte con clase y dignidad / piensa en el Museo de Historia Natural".

Vídeo del día

Herido muy grave un hombre atropellado por
un coche que se dio a la fuga en Madrid

 

Sonrían. Feliz 2010.