Víctimas y sociedad

Desde el inicio del terrorismo, sus víctimas han sido tratadas por los poderes políticos en función de la conveniencia de cada momento. La peor época, sin ninguna duda, fue la transición. En aquellos años se producían asesinatos a diario y los gobernantes sentían un miedo cerval a que la indignación de la sociedad diera al traste con todo el proceso de cambio de régimen. Por eso casi no se informaba de los atentados y se ocultaba a los muertos y a sus familias. Los políticos de entonces cometieron graves errores, además de la humillación y no reconocimiento del sacrificio de las víctimas, e hicieron cesiones vergonzantes a los nacionalistas con el fin de tranquilizar a la bestia. El paso de los años ha demostrado que a ETA no la sacia nada que no sea la creación del estado vasco con el que sueña y por el que mata. Pero también ha servido para afianzar la democracia, dar fortaleza y seguridad a nuestras instituciones —ahora en peligro de balcanización- y madurez a nuestra sociedad. Esa madurez, esa capacidad de los ciudadanos de pensar por si mismos y de reaccionar ante los acontecimientos ha sido la que ha puesto a las víctimas del terrorismo en el lugar que les corresponde. La sociedad española ha interiorizado a las víctimas como propias y se considera a sí misma víctima. Sin embargo, después de unos años de consenso y reconocimiento en los que nuestros poderes públicos fueron capaces de compartir la sensibilidad social y los partidos se unieron para combatir conjuntamente el terrorismo y tratar de reconfortar a sus víctimas, toda esa fructífera estrategia ha sido desmontada y se han emprendido nuevos caminos en los que las víctimas no tienen encaje ya que de lo que se trata es de empezar de cero, como si no hubiese habido centenares de españoles caídos en la defensa de los principios de los que ahora se quiere abjurar. No debemos olvidar que gran parte de los muertos por ETA sabían el peligro al que estaban expuestos y cumplieron con su deber aún a costa de su vida. Ese ejemplo de entrega y sacrificio debería ser guía para nuestros gobernantes, sin embargo si algunos de los actuales dirigentes de nuestro país mirasen a los ojos de los familiares de las víctimas no podrían sostenerles la mirada porque saben que están traicionando su memoria y su sacrificio. El camino recorrido por las víctimas del terrorismo hasta llegar al reconocimiento, apoyo y calor de los españoles ha sido largo, difícil e ingrato, pero es irreversible. Toda la sociedad española es y se considera víctima del terrorismo. Nuestros gobernantes no pueden obviar el dolor, el derecho a la justicia y a la dignidad de las víctimas. No olviden que ya no estamos en los años ochenta y que las humillaciones y el ninguneo a que fueron sometidas entonces las víctimas no se debe repetir nunca más.

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