Violencia e intolerancia en la campaña

Los ataques sufridos en estos últimos quince días por políticos como María San Gil, Dolors Nadal, Rosa Díez y los Consejeros de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados y Juan José Güemes, han provocado diferentes reacciones, algunas de ellas bastante incomprensibles e inaceptables desde una óptica democrática.

Los que han intentado relativizar estos hechos violentos, con el argumento que quienes los provocan son una minoría, se equivocan de plano. La gravedad de esas actuaciones no está en lo cuantitativo sino en lo cualitativo. Es muy grave que en tres Universidades diferentes –Santiago de Compostela, Barcelona y Madrid- un grupo, sean muchos o pocos, de jóvenes de corte radical y antisistema, no solo intimiden físicamente a quienes van a su Universidad a expresar sus ideas, sino que además las insultan con gritos como “fascistas” o en el caso de la presidenta de los populares vascos se oiga un grito que diga “¡ojala te maten!”.

No se puede esperar de unos descerebrados, intolerantes y fascistas, ellos si lo son, que sepan algo de nuestra historia reciente. Tampoco creo que les hiciera deponer su actitud el que tuvieran en cuenta que tanto María San Gil como Rosa Díez son unas auténticas luchadoras por la libertad, que llevan plantando cara desde hace muchos años, con enormes dosis de dignidad y valentía, al totalitarismo y al fascismo de ETA. O que recordaran que la Presidenta del PP vasco fue testigo presencial en enero de 1995 de cómo asesinaban en un bar de la parte vieja de San Sebastián a Gregorio Ordóñez, con el que estaba comiendo en ese momento. No, a estos radicales de pacotilla todo eso les da igual. Son unos profundos ignorantes y, de alguna manera, unos parásitos sociales a los que hay que combatir aplicando la ley y mostrándoles todo el desprecio posible.

Por eso es incomprensible, por ejemplo, que el Parlamento de Galicia, debido a la oposición del PSOE y del Bloque Nacionalista Galego, se negara a condenar los ataques a María San Gil. O que el ex –Presidente del Gobierno, Felipe González, se permitiera hacer una “gracieta” sobre la reacción de Rosa Diez, diciendo que el también sufrió en la Universidad Autónoma de Madrid esos ataques y sin embargo no fue por ahí llorando.

Como también es un exceso responsabilizar directamente al Gobierno de Zapatero de estas agresiones, con el argumento de haber creado el clima propicio para que ahora, en plena campaña electoral, se produzcan estos incidentes. Es verdad que uno de los objetivos prioritarios de Zapatero y de su partido en estos cuatro últimos años ha sido el aislamiento político y social del PP intentando demonizarlo y presentándolo como una formación política de la derecha extrema. No lo han conseguido, aunque han puesto todo el empeño en ello.

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Pero una cosa es denunciar esa estrategia de Zapatero y del PSOE profundamente antidemocrática y lesiva para la convivencia y otra, que las agresiones y actitudes violentas que se están produciendo durante esta campaña sean consecuencia directa de ello. Los únicos culpables son los jóvenes radicales y fascistas que llevan a cabo esas agresiones.

Sería bueno que tanto la Fiscalía como las Fuerzas de Seguridad fueran más diligentes en su labor de poner a los autores de las mismas a disposición de la justicia. Y asimismo que las autoridades académicas de las Universidades donde supuestamente estudian esos energúmenos tomaran también medidas disciplinares contra ellos. Quien no solamente no respeta el derecho a expresarse libremente en un foro como es la Universidad, sino que además lo hace de una manera violenta, no merecen estar ocupando una plaza de estudiante. Es como echar margaritas a los cerdos.