La confianza en crisis

El acontecer de escándalos financieros e irregularidades contables en grandes empresas ha creado un clima de desconfianza generalizada que va desde los principales inversores hasta el ciudadano de a pie. Así lo afirma el instituto de investigaciones económicas The Conference Board, que señala que el índice de confianza de los consumidores en Estados Unidos ha caído hasta su nivel más bajo desde los años sesenta, influido entre otras cosas, por la creciente destrucción de empleo y las malas previsiones económicas para este primer semestre del año. Dicho índice ha pasado de 44,7 puntos el pasado noviembre a 38 puntos en diciembre.

La confianza es algo sutil y frágil, difícil de describir, pero afecta sin lugar a dudas en muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana. La gran mayoría de las relaciones interpersonales, sean comerciales, laborales, o particulares pasan por un tema de confianza. Desde la confianza en la palabra dada de nuestros compañeros, confianza en la palabra con aquellos con quien negociamos, hasta la confianza en un médico al que acudimos en una noche de urgencias, al que no conocemos y ni siquiera teníamos referencia alguna de su estimable reputación.

La confianza, fuente de seguridad, bienestar, tranquilidad, y esperanza se gana con el transcurso del tiempo, pero su pérdida puede surgir en cuestión de minutos, y cuando ésta falla es difícil su recuperación.

¿Y qué hacer para recuperar la confianza? No hay referente más claro que el de la confianza filial del niño hacia sus padres: sus sentimientos, sus pasos, sus movimientos, siempre precedidos y acompañados de una confianza sin límites. La confianza se gana con el cumplir de lo prometido, recuperando lo perdido. Como remedio existe todo un proceso de retomar relaciones y demostrar que sí se puede seguir trabajando, teniendo como modelo a seguir factores tan importantes como la ética, la justicia y la honradez.

Ya lo decía Abraham Lincoln: Confiar en todos es insensato, pero no confiar en nadie es neurótica torpeza.