‘Entre todos’: crisis y morfosintaxis

La Fundación Confianza ha desplegado estos días una magna campaña voluntarista con el lema «Esto solo lo arreglamos entre todos». Para insuflar optimismo y para convocarnos a un esfuerzo colectivo sirve, pero la manera de formular el mensaje desvirtúa cualquier intento de concreción. Con un somero análisis lingüístico se comprueba que ni en el sujeto ni en el objeto hay referencias específicas, sino diluidas. Por tanto, a nada comprometen.     

La oración comienza con un pronombre indefinido y termina con otro pronombre indefinido. El primero es el complemento directo: «esto». Casi parece que el sintagma fatídico, la crisis, provoca un temor reverencial similar al del ofidio, y se elude eufemísticamente. «Esto» es un diecinueve con cinco por ciento de paro. «Esto» es el crecimiento negativo del Producto Interior Bruto. «Esto» es el déficit público disparado. «Esto» son las familias dependientes del subsidio. «Esto» se ha hecho un engendro de rara calificación, se ha convertido en un monstruo multiforme que nos da miedo y por eso hemos acabado llamándolo it, como Stephen King al de su novela.

De manera que la cosa hay que arreglarla «entre todos». Nuevamente un pronombre indefinido en el que, como todos somos todos, al final ninguno es ninguno. «Todos» es el gobernante que quizá podría adoptar medidas más audaces. «Todos» es el empresario que debe asumir riesgos. «Todos» es el sindicalista que acaso se vea forzado a aminorar sus reivindicaciones. «Todos» es el estudiante que va comprendiendo el valor futuro de sus quehaceres. Hasta tal punto llega la indefinición de ese sujeto, «entre todos», que hasta se discute si la preposición que lo encabeza es tal –y cito aquí a Gómez Torrego–, o si se trata más bien de un adverbio, que equivale a «conjuntamente». En fin, la crisis parece que afecta incluso a la estabilidad de las categorías gramaticales. 

Con todo lo anterior no quiere decirse que carezca de valía este tipo de campañas. La tiene en el orden moral –para evitar la desmoralización, el desaliento–, pero muy escasamente en el práctico. De hecho, la Fundación Confianza se ve obligada a no traspasar el umbral de la vaguedad bienintencionada desde el momento en que, según figura en su declaración de intenciones, no pretende valorar políticas públicas sino tan solo infundir optimismo. El optimismo de la voluntad en estado puro, sin interpelaciones claras, sin responsabilidades acuciantes. A lo mejor, para remontar la crisis, el primer paso hay que darlo en lo morfosintáctico. ¿Cómo? Tanto en el sujeto como en el objeto, definiendo indefinidos.

 
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